domingo, 31 de enero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield (Nueva Era) 3/4

Tercera parte de las crónicas de Samuel. Para plasmar su actitud siempre me he inspirado en héroes como Máximo o Aragorn. Un guerrero honrado, valiente, y amigo de sus amigos.


El campamento al completo estaba revolucionado. No era para menos, los más llevaban más de un año fuera de sus hogares y familias, y todos deseaban colgar al menos por un día sus espadas y armaduras. Samuel se encontraba cerca de los establos, donde Hakon descansaba. Cepillaba con cariño el oscuro pelaje del animal, y musitaba palabras en enánico para relajar al tozudo carnero. Era un formidable ejemplar, y el hecho de portar esa armadura de combate que los herreros enanos de Ironforge le habían hecho ex profeso lo había convertido en un animal grande y fuerte, mucho mayor que el resto de los ejemplares de su especie. Samuel sonrió, lo que más le gustaba de la armadura era el yelmo, que había sido fabricado asemejando el rostro y las fauces abiertas de un león, lo que ocasionaba que a menudo la gente no supiera exactamente qué tipo de bestia montaba el Caballero.

 Terminó de ensamblar las piezas sobre Hakon y lo llevó con las riendas hasta su tienda. Allí lo esperaba Hunters, su más fiel subordinado:

 -         Mi señor, por fin nos vamos a casa, ¿estáis contento? – dijo con una amplia sonrisa en su rostro

 -         Claro, Hunters, ¿cómo no estarlo? Por fin podré volver a ver las murallas de Ventormenta. Las echo de menos. Pero dime, ¿qué querías?

 -         Verá, señor, hemos pasado mucho juntos, y siempre nos ha liderado con sabiduría y valor. Quisiera entregarle esto – sacando de su faltriquera un medallón brillante

 -         Hunters, por favor, es el medallón de tu madre, no puedo permitirlo – respondió Sam, apartando suavemente la mano del soldado

 -         Mi señor, mis padres murieron, y vos sabéis que no… bueno, que no puedo tener hijos. Sois la persona a la que más admiro, y quisiera que fuerais vos quien lo tuviera

 Samuel se lo quedó mirando unos instantes y finalmente sonrió. Abrió la mano de Hunters y tomó el medallón en su mano, colgándoselo al cuello al momento.

 -         Maldita sea, Stephen, siempre consigues convencerme. Supongo que después de Petravista confío siempre en tu criterio…

 

 La fortaleza orca de Petravista se alzaba imponente sobre las colinas de Crestagrana. El lugar estaba en calma, pero nada más lejos de la verdad. Samuel sabía eso. Él, junto al resto de su escuadrón, aguardaban ocultos tras la arboleda a la señal. Conocía el plan de ataque a la perfección, el elfo Triskiel había planeado todo al detalle y sabía que muy mal se tenían que dar las cosas para fracasar. Aún así no podían confiarse, los orcos Rocanegra eran feroces enemigos.

 Miró por encima de su hombro y observó a los soldados que esperaban ansiosos al combate. Ropas oscuras y ligeras, tenían que moverse con rapidez la distancia que separaba su posición de la puerta norte de la fortaleza. La espera era insoportable, pero Samuel sabía que poco faltaba, pues el vello de la nuca se le estaba poniendo de punta, y eso siempre significaba que había magia arcana funcionando cerca.

 -         Aguarda a la señal de Luz y Fuego – dijo el elfo

 De repente, una explosión de gigantescas dimensiones hizo retumbar la fortaleza. Samuel sonrió para sí, Luz y Fuego, sin duda.

 Haciendo una señal a sus espadachines y ballesteros, se lanzaron a toda velocidad contra la puerta norte con el fin de abatir a los sorprendidos guardias orcos. Una lluvia de saetas de ballestas cayó contra ellos, abatiendo a unos pocos e hiriendo a todos. Sin gritos de ataque, sin órdenes. Todos sabían lo que hacer, sin apenas hacer ruido, no había que alertar a la fortaleza de que todo era una trampa…

 Un guardia orco más interesado en alertar a sus compañeros que en su propia vida caía de rodillas frente a Samuel con las manos agarrándose la garganta, ahora abierta de lado a lado. El ataque había sido rápido y efectivo, y Samuel, alzando el brazo, hizo la señal que el resto de sus hombres esperaba. Más allá, ocultos e invisibles, varios soldados cargaban escalas para poder evitar la infranqueable puerta. Ruidos de batalla salpicaban el escenario, y Samuel estaba satisfecho, el plan de su camarada estaba funcionando.

 Trepando ágilmente las escalas treparon a las almenas y llegaron al patio interior, ahora salpicado de orcos y elfos que luchaban encarnizadamente. Samuel no veía a Triskiel, pero sabía que su llegada estaba cerca, por el acceso del puente.

 -         Mi señor, algo no va bien – dijo Hunters, pegándose a su espalda para defender ambos flancos – Estos Rocanegra se jactan de tener a los mejores brujos, y ni siquiera veo a uno por aquí

 Samuel asintió y esquivó con destreza un hachazo que buscaba sus tripas, devolviendo la estocada y rebanando el pescuezo de su enemigo. Hunters tenía razón, y Samuel temía que los brujos estuvieran…

 -         Maldita sea – masculló Samuel - ¡Hunters, vosotros cuatro, seguidme, YA!

 Esquivando cadáveres de uno y otro bando, Samuel trepó a las murallas por las escaleras y observó alarmado a un grupo de brujos orcos que estaban canalizando un oscuro hechizo. Más allá, tal y como estaba planeado, Triskiel y sus hombres avanzaban lo más rápidamente posible por el estrecho puente que daba acceso a la fortaleza. Las saetas de los ballesteros derribaron a dos de los orcos, pero no fue suficiente para que el resto culminara el hechizo, que surgió como una negra mano hasta las columnas que sujetaban el puente.

 -         ¡Vosotros, quiero esos brujos muertos AHORA! – ordenó Samuel – ¡Los demás, venid conmigo, no hay tiempo que perder!

 Los soldados corrían escaleras abajo en dirección al acceso del puente, mientras los ocupados brujos caían fácilmente bajo los filos de los guerreros humanos. Samuel observó aterrorizado cómo el puente había caído, llevándose consigo muchos de los elfos. Los pocos, los que pudieron saltar a tiempo, se sujetaban a las ennegrecidas sogas del puente para no caer. El soldado aceleró el paso, unos orcos corrían hacía allí para hacer caer a los supervivientes, y entre ellos estaba Triskiel.

 Gork era feliz, pese a que los anteriores días habían sido aburridos y monótonos, ahora una encarnizada lucha se estaba gestando, y tenía la oportunidad de matar a un debilucho elfo que se sujetaba con una mano a la soga que le permitía seguir vivo, mientras con la otra sujetaba estúpidamente una espada bastarda. Gork alzó su enorme hacha sobre su cabeza, con la intención de asestar el golpe final, pero no se dio cuenta de que en ese mismo momento, una sombra se abalanzaba sobre él por detrás, seccionando su cuerpo con rabia por la mitad, y dejando a Gork con un gesto de incredulidad en su rostro.

 Samuel llegó a tiempo de abatir al orco que estaba a punto de acabar con Triskiel y clavó ambas espadas en tierra. Llevó su mano hasta la de su camarada y sonrió:

 -         Ya estoy aquí, amigo

 Antes de que pudiera contestar, el gesto del elfo se contrajo mirando por encima del hombro del humano. Samuel se giró, y observó como uno de los orcos que había ido al puente se abalanzaba con una enorme espada dentada contra él. El soldado, con la diestra ocupada en sostener a su compañero, utilizó la siniestra para tomar una de sus espadas y defenderse. El orco era brutal, y el golpe hizo que la espada de Samuel volara lejos, al fondo del abismo. El verdoso ser sonrió, y volvió a levantar su espada con el fin de asestar el golpe final.

 -         ¡Samuel! – gritó Triskiel, haciendo fuerza con el brazo que lo sostenía con vida

 El humano asintió, comprendiendo lo que tenía que hacer. Con un gran esfuerzo por su parte, alzó levemente al elfo con toda la fuerza que le restaba, y éste descargó su largo espadón contra el pecho del orco, que no esperaba tal respuesta. El cuerpo cayó al vacía por encima de los dos guerreros, pudiendo salvar ese obstáculo indemnes.

 La batalla continuó cruenta. El General elfo, Triskiel, Samuel y sus respectivos hombres, habiendo las fuerzas aliadas controlado a duras penas el patio interior, se dirigieron escaleras arriba en dirección al Torreón mayor, donde se ocultaba el líder orco. Mas enemigos les entorpecieron el paso, pero Samuel sabía lo que tenía que hacer:

 -         ¡Nosotros nos encargamos, Triskiel! – gritó el humano, situándose entre los enemigos y los elfos – ¡Subid vosotros y encargaos de ese malnacido!

 La pelea no duro mucho. Los orcos, grandes y brutales, no estaban acostumbrados a luchar en lugares estrechos, y los humanos, más delgados y con largas espadas, pudieron abatir a los orcos rápidamente. Subiendo a toda prisa las escaleras, Samuel escuchó ruido de lucha en la habitación principal, y supo que se estaba librando la lucha final. Arriba, el Cacique Orco se defendía a duras penas de los embates de los dos ágiles Elfos, y el resultado no tardó en llegar. El cuerpo del líder orco cayó por la ventana del torreón al patio, mientras los Caballeros de la Orden de la Mano de Plata barrían a los enemigos huidos a golpe de martillo.


sábado, 30 de enero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield (Nueva Era) 2/4

Segunda parte de la historia de Samuel en el Ejército. El Paladín al que Samuel le había salvado la vida le ha llamado, ¿pero era para darle las gracias?


 -         ¿De los Páramos? Curioso apellido – dijo el hombre que se encontraba frente a él.

 Era un hombre de alta estatura, y por el tamaño del torso, de considerable musculatura. Tenía medio rostro vendado debido, según pudo averiguar más tarde Samuel, a que la corrosiva sangre de uno de los Líderes demoníacos le salpicó de lleno. Eran heridas que tardarían en sanar, eso lo sabía Samuel de primera mano.

 -         ¿Y de dónde viene ese apellido, muchacho? – preguntó el misterioso hombre – No me suena que ninguna familia de la Capital lo ostente.

 -         No provengo de ningún linaje en especial – mintió Samuel – Mi familia eran granjeros de Páramos de Poniente, y de ahí viene.

 El oscuro ojo del hombre que quedaba sano miró ferozmente a Samuel unos instantes, y luego, con la voz fría como el hielo, respondió:

 -         No me vengas con tonterías muchacho, sabes perfectamente que ese no es tu apellido.

 Samuel se quedó perplejo, dio un paso atrás y miró con atención al hombre.

 -         ¿Qué estáis diciendo? ¿Quién sois vos? – dijo Samuel mirando su armadura. No conocía a nadie con el rango de Senescal, y menos que conociera su pasado

 El hombre mandó que las sanadoras que vendaban sus heridas se marcharan, y se incorporó de la silla de mimbre en la que se sentaba.

 -         Ha pasado mucho tiempo, Samuel. Supongo que con este aspecto no me recordarás, pero yo no olvido el tuyo – dijo acercándose hasta que estuvo a pocos pasos de Samuel – al fin y al cabo… fui yo quien hizo todo lo posible para que no te ejecutaran.

 Samuel se tambaleó. Por supuesto que sabía quién era ese hombre. Teobaldo Goldenrobe, antaño Barón de la Mano de Plata, había ascendido hasta el rango de Senescal mientras luchaba en las Tierras de al Peste. Samuel no sabía bien qué decir.

 -         Has cambiado mucho, muchacho. Ya no eres ese joven flacucho que seguía siempre a su hermano y a su padre como un perro faldero – añadió Teobaldo, apoyando la mano en el hombro de Samuel – Ahora eres todo un hombre, un hombre al que le debo la vida

 -         No me debéis nada, Senescal Goldenrobe y… - intentó decir Samuel, que se sentía como un chiquillo que miraba la brillante armadura de su padre con anhelo.

 -         Llámame Teobaldo, Sam, estamos en familia – interrumpió el anciano

 -         Bien, Teobaldo. Nunca os pude agradecer lo suficiente el que me salvarais la vida. Aunque… a veces pienso que debí morir entonces – dijo Samuel con tristeza.

 -         No digas eso, muchacho. Eran tiempos oscuros, en los que la persecución de las maniobras herejes se llevó a límites que no se debieron alcanzar. Tú hiciste algo que muchos quisimos hacer. Tú fuiste el que nos abrió los ojos, Samuel.

 Ambos hombres se sentaron y charlaron durante horas. Samuel le contó todo lo que había hecho hasta ahora. Su lucha por recuperar el honor perdido, las amistades hechas, los amigos caídos. Se sentía como en aquella casa, en Páramos, junto a la hoguera de piedra y los cuentos de caballerías de su padre.

 -         Has vivido mucho en poco tiempo, Samuel – dijo Teobaldo – Estoy muy orgulloso del prestigio que ha alcanzado tu nombre. ¡Heroe del Rey ni más ni menos! Tu padre estaría orgulloso, hijo.

 Samuel se quedó estupefacto ante la manera de hablar de su interlocutor.

 -         ¿Estaría? ¿No me digáis que…?

 Teobaldo Goldenrobe ensombreció el gesto. Ordenó las ideas de su cabeza unos instantes y comenzó la explicación:

 -         Poco tiempo después de que fueras expulsado de la Orden, a tus padres se les informó de que habías desertado por tu propia voluntad y te habías alistado en un barco mercante.  Ambos se quedaron destrozados, pero sobre todo tu madre. Su cuerpo estaba bien, pero su espíritu se descompuso hasta que su voz no era más fuerte que la de un gato recién nacido. Tu Padre, Jacob, dejó de comer y de apenas dormir por pasar todo el tiempo junto a ella. La quería mucho, ¿sabes?

 Samuel estaba desencajado. ¿Cómo habían sido capaces de engañarlos así?

 -         Tu madre duró pocos meses – continuó Goldenrobe – y tu padre, que no soportaba vivir sin ella, murió pocos días después debido al cansancio. Los galenos dijeron que lo único que lo había mantenido con vida ese tiempo era la esperanza de que tu madre sanara.

 Unas pequeñas lágrimas asomaron a los ojos de Samuel. Apretó los puños, y maldijo en voz baja. La cariñosa mano de Teobaldo sobre su cabeza lo sacó de sus pensamientos.

 -         No te entristezcas, hijo. Sabe la Luz que ellos están bien, vigilando tus pasos. Estoy convencido de que están muy orgullosos de ti. Además, no todos se han ido… - añadió

 Samuel alzó la cabeza y miró con los ojos como platos a Goldenrobe. El Senescal, sin decir nada, lo tomó del brazo y lo sacó de la tienda, guiándolo entre los heridos hasta una tienda flanqueada por un obeso centinela. 

 -         Está grave… debes darte prisa – dijo Teobaldo al marcharse

 El soldado entró con cautela en la tienda. El interior, oscuro salvo por la luz de unas titilantes velas, no tenía más que una cama baja cuyo ocupante respiraba con dificultad. Samuel se acercó, tembloroso, con lágrimas en los ojos, y se arrodilló junto al cabecero.

 -         Adrien… - musitó

 El joven, blanco como la nieve, giró el rostro y miró a Samuel. Un gesto de extrañeza afloró en su rostro, gesto que cambió de repente al recordar a la persona con la que hablaba.

 -         Sam… hermanito… tú… ¿qué…? – dijo Adrien Strongshield, hermano mayor de Samuel

 -         Shh… descansa hermano… estoy bien… estoy vivo… soy yo… - sollozaba Samuel

 -         Has crecido… Sam… te veo bien…

 -         Es una herida mortal – dijo Teobaldo a su espalda – una flecha envenenada le atravesó el pecho e infectó sus pulmones. No tiene cura.

 Samuel rompió a llorar silenciosamente. Apretó con fuerza la mano de su hermano, y lo abrazó con delicadeza.

 -         No te preocupes, Sam – dijo su hermano, con la voz ahogada – Estoy bien, pronto estaré con papá y mamá. Ahora cálmate… cuéntame qué ha sido de ti estos años…

 El guerrero se sentó junto a su hermano y le relató las terribles batallas que había enfrentado. El rostro de su hermano se iba apagando poco a poco, pero una sonrisa se reflejaba en su faz, una sonrisa de paz.

 -         Eres hijo de tu padre… Samuel… eres merecedor del apellido que ostentas… te quiero hermano – dijo Adrien acariciando el rostro de Sam, que apretó la mano contra su cara hasta que ésta se quedó sin fuerzas, y la depositó sobre la cama lentamente, mientras cerraba con la otra los ojos del hombre que acababa de fallecer en paz junto a él.

 -         Yo no podría haberlo dicho mejor – dijo Teobaldo cuando Samuel salió de la tienda, compungido – Tu propia sangre te ha reconocido, y mis hombres y yo juramos por nuestro honor que eres merecedor de tal honor.

 Samuel se quedó estupefacto cuando varios paladines lo rodearon y se cuadraron junto a él. Teobaldo Goldenrobe se situó en el centro del círculo, frente a Samuel, armado con su maza de guerra, y habló seriamente al guerrero:

 - Samuel, hijo de Jacob. Fuiste expulsado de la Mano de Plata y obligado a renunciar a tu apellido por tus actos. Se te conminó a que sufrieras el destierro y fuiste obligado a recuperar tu honor y el de tu familia. Ahora, último descendiente de la familia Strongshield, Samuel, yo te reconozco como merecedor de tu verdadero apellido, y estos hombres aquí presentes lo atestiguan. ¡Levántate, Samuel Stronghield, y alza la cabeza con orgullo, pues tus padres observan desde el cielo en qué te has convertido!


viernes, 29 de enero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield (Nueva Era) 1/4

Seguimos en WOW, en el servidor Rolcraft. Reconozco que la primera historia de Samuel era algo mala, no comparable con lo que soy capaz de hacer ahora. La que os iré colgando estos días es una historia algo más avanzada, años después: Samuel se alistó al ejército, y subió peldaños poco a poco. En esta historia sabremos un poco más sobre su pasado, y el paradero de sus padres y su hermano.


La mañana había amanecido fría. Unos pocos copos de nieve caían con timidez sobre el blanco manto que formaba el suelo. Pese a que habían pasado varios meses desde que el tiempo había comenzado a volver a su cauce normal, algunas cosas necesitarían años para volver a ser como eran. El soldado Crownell entró con paso dubitativo al ala sur del campamento. Sus compañeros, entre risas, ya le habían advertido de ese austero emplazamiento:

 -         No les mires a los ojos, esos tipos comen carne cruda y se beben la sangre de los demonios…

 Por supuesto, él sabía que todo era mentira, pero no evitaba que una sensación de incomodidad le recorriera el cuerpo entero. El asentamiento del escuadrón de los Leones de Acero era a la vez temido y reverenciado en el gigantesco campamento del Ejército de la Alianza, situado en las planicies del norte. Mientras lo recorría a grandes pasos, notaba las miradas de los soldados que lo observaban de arriba a abajo. Tipos duros, arrogantes, peligrosos. Su líder se había encargado de seleccionarlos entre la peor calaña de la Capital y alrededores: Alguaciles de la Prisión Real, los Guardias del Puerto, los Exploradores del Bosque Oscuro, Mercenarios y demás, formaban ese grupo de élite.

 Crownell esquivó con destreza a un gigantesco matón con una fea cicatriz donde antes debía de estar el ojo derecho, que se le había plantado delante con la intención de intimidarle, y se dirigió a la tienda que le habían indicado. No era la más grande ni la más lujosa, de hecho su ocupante solicitó ex profeso que fuera como la del resto del escuadrón. Todos iguales, todos hijos del Reino, comentaba.

 Un chucho de pelaje parduzco estaba postrado frente a la cubierta que hacía las veces de puerta de la tienda, y alzó la cabeza cuando el joven soldado llegó a ella. Era un ejemplar viejo y cansado, pero se las había arreglado para seguir a su amo de aquí para allá aguantando las inclemencias del tiempo como uno más. Sus ojos negros miraron un segundo a Crownell y acto seguido comenzó a gruñir de forma metódica, como un acto reflejo. El muchacho se quedó parado, perplejo, sin saber qué hacer, hasta que una voz profunda habló desde el interior de la ajada tienda:

 -         Sire, ya basta… Y tú, muchacho, entra, ¿qué quieres?

 El perro, obediente, agachó la cabeza y el soldado, saliendo de su estupor, entró con paso firme en la tienda. Un agradable calor procedente de una pequeña estufa de carbón lo envolvió de repente y miró con una sonrisa incómoda al hombre que se encontraba frente a él. Sentado sobre una silla de piel y piedra, con el largo cabello cayéndole sobre los hombros, y sus fríos y acerados ojos mirándole, el líder del escuadrón parecía mayor de lo que sus años realmente querían reflejar.

 -         Samuel Strongshield, líder del escuadrón de los Leones de Acero, señor, traigo instrucciones para vos de parte del General Lightheart.

 El gesto de la mano del cansado guerrero indicó a Crownell que continuara.

 -         Mi señor, el General Lightheart, de acuerdo a los informes de los exploradores, y en consonancia con las órdenes de nuestro amado rey, Anduin Wrynn, ha descubierto que el de hoy era el último campamento de la Legión que quedaba en pie.

 Samuel abrió los ojos de par en par, y el soldado correspondió con una amplia sonrisa al gesto del Caballero.

 -         Sí, mi señor Strongshield, volvemos a casa.

Aún no se había acostumbrado al hecho de que lo llamaran por su verdadero apellido. Habían pasado varios años desde el fatídico suceso que cambió su vida de repente, y por el cual fue expulsado de la Orden de la Mano de Plata. Aún recordaba las palabras del Maestre Quiebrasombras aquel día, como si fuera ayer:

 -         Hijo mío, con este acto has deshonrado a la Orden y a tu propia familia. El castigo que te corresponde es severo, pero gracias a la intervención del Barón Goldenrobe se te ha reducido la pena. Deberías agradecérselo.

 El Barón Teobaldo Goldenrobe, amigo fiel de su familia desde que tenía conocimiento, consiguió que el castigo fuera algo menos que la muerte. No lo había vuelto a ver desde aquella vez, puesto que fue enviado a las Tierras de la Peste, al norte, como reprimenda por interceder en un asunto con el Maestre. Hasta aquel día…

Era la visión más increible que los cansados ojos del guerrero habían tenido frente a sí jamás. Orcos y Humanos, Enanos y Trolls, e incluso los inmundos No Muertos luchando codo con codo para librar al mundo de ese ejército demoníaco que no dejaba de aparecer por doquier. El escuadrón de Samuel, los Leones de Acero, haciendo honor a su fama, luchaban en el frente de la batalla plantando cara a los demoníacos adversarios de igual a igual. Sam los había elegido por eso mismo. Eran tipos que habían visto la muerte de cerca, y no se acobardarían ante lo que tenían enfrente, lo que habría hecho que un soldado normal manchara sus calzas. 

 Durante un instante, pensó en Helmok, al que había rebautizado como (nombre) (“traducción”) tras la batalla de Petravista, debido a que el pelaje se le había quedado permanentemente negruzco debido a la ceniza y el hollín. No había podido ir con él al frente de la batalla y estaba seguro de que le habría encantado. Juraría que algo del carácter de Thanos se había quedado en el carnero.

 Giró ambas muñecas y decapitó sin problemas a una criatura cornuda que se le lanzaba con las fauces abiertas. Sus compañeros lo llevaban bien. La Legión, acostumbrada a que sus enemigos se batieran en retirada al primer momento, se había encontrado con que la miríada de combatientes de la Alianza y la Horda que se plantaba frente a ellos no daba un paso atrás.

 -         ¡Mi señor Samuel, allí, parece que tienen problemas! – grito Edwarson, el ballestero de Elwynn, capaz de acertar a un lobo en la oscuridad a varias decenas de metros.

 Tenía razón, subidos a una colina y rodeados de esos perros demonios sedientos de sangre, un grupo pequeño de paladines se estaba viendo desbordado por los embates. Samuel no se lo pensó dos veces y corrió hacia allá.

 -         ¡Hunters, Micheal, venid conmigo! – dijo, mientras apoyaba la bota sobre la espalda de un enorme demonio acorazado y se impulsaba hacia delante.

 Las espadas gemelas de Samuel brillaron blanquecinas cuando se hundieron en el cuerpo del desprevenido sabueso que cayó primero. Sus ataques eran rápidos, pero no eran capaces de controlar el golpeteo continuo de mazas y espadas que provenían de ambos lados.

 -         ¡Adelante, que no quede uno en pie! – gritaba Samuel, mientras miraba por el rabillo del ojo a los paladines, que luchaban con fuerzas renovadas ante la ayuda que acababan de recibir.

 La batalla continuó sangrienta y despiadada. Muchas vidas se perdieron, y algunas alianzas se reforzaron. Los enemigos que provenían del Portal fueron rechazados, y su General yacía ahora en el suelo, con las múltiples heridas que los líderes de la Alianza le habían provocado. Los ejércitos se separaron en varios campamentos distanciados varios kilómetros, a fin de evitar escaramuzas por parte de uno y otro bando. En su tienda, rodeado de sus hombres, y rezando una plegaria por los compañeros caídos en combate, Samuel pensaba en la batalla que acababa de finalizar. Un mensajero, que obedientemente había esperado a que los soldados finalizaran sus rezos, se dirigió al líder del escuadrón:

 - Mi señor Samuel, me han mandado a buscarle.

 Samuel recorrió las diversas instalaciones médicas y altares portátiles que se habían instalado por el campamento de la Alianza para ayudar a los heridos con particular interés. Suponía que el hecho de que el Paladín al cargo del escuadrón de la Mano de Plata enviado al combate lo llamara, era para darle las gracias, pero no entendía por qué; no podía esperar a que recuperaran las fuerzas. Buscó con la mirada el estandarte de la Orden y se acercó a su posición a pequeños saltitos, evitando los excrementos de los animales que salpicaban el campamento.

 -         Soy Samuel de los Páramos, líder del Escuadrón de los Leones de Acero, se me ha hecho llamar – explicó al centinela, que miraba al soldado con ojos cansados.

 El interior del campamento de la Orden estaba bastante bien cuidado en comparación con el resto de las instalaciones de la Alianza, y sus ocupantes no mostraban heridas graves. Samuel entró en una tienda flanqueada por dos de los paladines que reconoció de la colina y saludó de forma monótona con la mano al entrar.


miércoles, 27 de enero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield 2/2

Segunda parte y final de la historia de Samuel Strongshield, donde se explica cómo cayó en desgracia.


Recuerdo esos días en que yo era un niño también.

Hijo menor de una de las castas de Paladines más grandiosas que Ventormenta ha dado: los Strongshield.

Hijo de Jacob y hermano de Adrien Strongshield, iconos de la leyenda de las guerras de la Alianza contra la Plaga de los No Muertos. Destellos de pura luz entre un mar de inmundas criaturas.

Desde pequeño fui criado en la marcialidad y la obediencia. Mi padre nos trataba a mi hermano y a mí con férrea disciplina militar.

Lejos de odiar tal manera de amar, me encantaba.

Me encantaba cumplir las órdenes de mi padre no como tal, sino como un subordinado cumple las órdenes de su superior.

Pasaba horas practicando con la espada hasta que me sangraban las palmas de las manos. Quería ser el mejor, quería que el apellido Strongshield siguiera resonando en las gargantas de todos los fieles de la Alianza.

Quería que infundiera terror en nuestros enemigos.

Pasaron los años y, después de completar mi ordenación como Paladín, me uní a mi hermano y a mi padre en la lucha contra el mal bajo el estandarte de la Sagrada Luz. Era feliz. Codo con codo junto a mis seres queridos. Siendo uno con ellos, ellos siendo uno conmigo.

Fueron unos años felices. La gente del pueblo nos conocía y nos amaba. A menudo nos llevaban cerdos y corderos a nuestra casa para agradecer nuestra labor contra las fuerzas oscuras.

Yo tenía especial debilidad por una pareja joven que esperaba un hijo. A menudo ayudaba al marido en las tareas de labranza dado el avanzado estado de gestación de su mujer. No pedía nada a cambio, la sola mirada de agradecimiento de ambos me colmaba.

Los años posteriores a mi ordenación como Paladín fueron oscuros. La Iglesia decretó la Caza de Brujas debido a las constantes y dañinas influencias de los poderes oscuros sobre la población y los Paladines fuimos una de las principales armas de represión usadas por la Iglesia.

Una mañana, dando mi paseo matutino por el barrio del Templo de Ventormenta, me acerqué a la plaza del SI:7 dado que vi una gran afluencia de gente que iba allí. Cuando llegué,  vi que habían preparado unas piras para prender fuego a algún pobre desgraciado que había sido acusado de brujería.

Cuando pude fijarme bien en quién era el acusado, vi con horror a la pareja joven a la que ayudaba en mi pueblo natal, atados y amordazados, siendo colocados en las piras.

Me quedé allí mirando, bloqueado, mientras prendían fuego al pobre marido, que lo único que gritaba cuando pudo deshacerse de la mordaza era que su mujer estaba en estado, y que no permitieran que su pequeño no nacido fuera quemado vivo también.

Eso fue demasiado. No practicaban brujería. Yo pasaba con ellos demasiado tiempo para no haberme dado cuenta. Era injusto.

No podía permitirlo.

Cargando con todas mis fuerzas contra la multitud llegué hasta los guardias que escoltaban a la pobre mujer, impactada al ver cómo su marido se consumía en la hoguera. Con un ágil movimiento, la cargué en brazos y me abrí paso entre los guardias, corriendo con todas mis fuerzas hacia los canales para poder huir.

No me di cuenta de la flecha clavada en mi espalda hasta que vi la sangre.

Agotado y casi desangrado, mi cuerpo no respondía. Perdí el conocimiento.

Lo último que sentí eran mis brazos abrazando con fuerza a la joven… No debo… soltarla

Desperté en una estancia que recordaba perfectamente. La sala de Tortura Imperial.

Allí los ingeniosos y macabros verdugos pasaron horas y horas intentando que confesara delitos que no había cometido. Querían que confesara que había vendido mi alma a los poderes oscuros, que había matado niños y que había devorado sus corazones.

No me doblegué.

Sabía que no podían matarme. No podían matar a un Paladín que había arriesgado su vida en innumerables ocasiones en nombre de la Luz y la Alianza.

Me excomulgaron. Me obligaron a no poder usar el apellido familiar nunca más hasta que recuperara mi honor. Prendieron fuego a  mis ropajes y a mi equipo. No me importaba.

Lo único que hizo que mi corazón se desgarrase fue la mirada de pánico de mi padre y de mi hermano cuando les contaron todas esas mentiras sobre mí.

Intenté explicarme, pero no me dejaron.

Tuve que abandonar el domicilio familiar y ganarme el sustento vendiéndome a mejor postor como mercenario o cazarrecompensas. Pero mi meta estaba clara.

Tengo que recuperar mi honor. El honor de los Strongshield. Mi honor como caballero.

Proteger a los débiles. Destruir a los malvados. Acabar con las injusticias.

Recuerda mundo. Soy Samuel Strongshield. Recuerda mi nombre.

 Abandono esos tristes pensamientos de mi cabeza y vuelvo a la realidad.

Llego hasta el niño. Está muy asustado y llora.

No te preocupes pequeño, estás a salvo… Confía en mí…

martes, 26 de enero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield 1/2

Hoy, tras el descanso del fin de semana, toca Rol. Desde hace tiempo, pertenezco a una comunidad de Rol en WOW llamada Rolcraft, que me ha dado horas y horas de entretenimiento. Una de las ventajas de este servidor es que obtienes mucha experiencia como escritor, ya que para participar en él debes escribir una breve biografía sobre el personaje que deseas interpretar. Aquí está la segunda historia que hice (la primera debo encontrarla aún), un Paladín caído en desgracia llamado Samuel Strongshield. Está dividida en dos partes, mañana la conclusión.


Avanzar…

Ni un paso atrás…

Recuerda lo que has aprendido, lo que llevas haciendo durante años…

Mano firme. Escudo fuerte. Pies ligeros. Cabeza fría.

Eres un guerrero. Eres un soldado. Recuerda tus órdenes.

Túnica púrpura. Blasón de una calavera con serpientes.

Sigue adelante. Los enemigos se agolpan frente a nosotros. Son muchos más, pero más lentos.

Presa fácil.

Lanzo una estocada que penetra en el pecho de uno de ellos. No se inmuta. Giro rápido de muñeca y movimiento lateral. Partido en dos. Lo que dije, muy lentos.

Se distinguen algunos especialmente grandes que traen problemas. Los llamamos Abominaciones.

Veamos que tal.

El primer golpe que le lanzo apenas le hace nada. Esquivo. Su golpe destroza a varios de los no muertos que hay alrededor mío. Estas criaturas no sirven nada más que para la batalla.

Lo rodeo. Me encaramo a su espalda usando la daga para subir. Su piel es resbaladiza.

Tengo que darme prisa, este monstruo se mueve demasiado, y caer a sus pies es una muerte segura.

Apoyo la punta de la espada en su cráneo y empujo hacia adentro. Hasta la empuñadura.

Joder, sigue moviéndose.

Repetimos la jugada. Giro de muñeca, movimiento lateral, lluvia de fluidos para todos.

Cae. Magnífico. No olvides tu misión.

Túnica púrpura. Blasón de una calavera con serpientes.

Estas criaturas parece que no se acabaran nunca.  

Pies firmes. Cargo hacia delante con todo el peso de mi cuerpo y derribo a otros dos.

Acuchillo en el suelo. No hay que darles tregua. No son humanos. Ni siquiera están vivos.

Mierda, la espada se ha quedado encajada en uno de ellos.

No hay problema, has sido entrenado para situaciones como ésta. Encuentra un arma, y rápido.

Un hacha. No es tan sutil, pero más mortífera. Sigamos adelante.

Oigo explosiones de energía. Está cerca.

Túnica púrpura. Blasón de una calavera con serpientes.

Localizo al demonio que le sirve como guardaespaldas. Grande. Torpe. Presa fácil.

Utilizo un par de cadáveres como trampolín y salto frente a él. Sonrío.

Ruge y me mira con sus ojos brillantes.

Ven aquí, bicho.

Es sorprendentemente rápido, pero no lo suficiente. Resbalo con la sangre del suelo. Aprovecha para darme un puñetazo que me manda varios metros hacia atrás.

Escupo la sangre. Céntrate en el combate y déjate de tonterías. Tienes una misión.

Lo veo. Túnica púrpura. Blasón de una calavera con serpientes. El brujo. Detrás del demonio.

Probemos una cosa. Cojo el hacha con fuerza y la lanzo en dirección al no muerto.

Gira cortando el aire. Y no sólo el aire. El demonio se pone en medio y recibe el impacto.

El brujo me ha visto. No dejes que te toque.

No tengo más narices. Cuerpo a cuerpo. Saco las dagas y me lanzo contra el magullado demonio.

Mi combate no queda indiferente a mis compañeros. Varios impactos de bala estallan en el cuerpo amorfo del guardaespaldas y lo revientan. Camino libre.

Creo que lo que muestran los ojos del brujo es miedo. No lo sé. No me importa.

Salto sobre su cuerpo con las dagas por delante. Busca el cuello. Rápido. Efectivo.

Un corte rápido. Es carne podrida y se nota. La cabeza rueda por el suelo. Sigue mirándome. Un escalofrío recorre mi espalda.

Misión cumplida. Vuelve a la batalla que todavía quedan aldeanos con vida en medio de esta carnicería.

Trepo por el cadáver de una Abominación y observo el campo de batalla. Las cosas van bien. De repente oigo un lloriqueo.

Imposible. Concéntrate.

No, es un lloriqueo real. Busca el origen.

¿Aquella casucha? No, en el carro. Ahí estás, pequeño.

Corro hacia él derribando enemigos a empujones. Es irracional. Es sólo un niño.

Recuerdo…

domingo, 24 de enero de 2010

Ghost Rider 2055 3/3

Tercera y última parte de la resurrección del Ghost Rider. James Morrison se enfrentará a su primer desafío, y se desvelará la causa de la vuelta del Motorista.


Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de una explosión que estaba cerca. Giró el manillar de su Hover-Cycle y se dirigió hacia el lugar de los hechos. Cientos de gritos inundaban las calles, y los civiles que habían proferido esos gritos corrían en todas las direcciones huyendo del origen de la explosión:

Una criatura, tal vez humana, pero con una apariencia deforme, y que generaba fuego con su boca, estaba incendiando la zona sin diferenciar entre hombres, mujeres o niños. Cuando el Motorista Fantasma aparcó su moto y se bajó de ella, pensó que los seres humanos, por muchos años que pasen, siguen siendo una especie muy extraña. La gente que anteriormente estaba gritando, paró y se quedó fijamente mirándolo, curiosa, deteniendo su huida y quedándose en la zona por el mero hecho de su presencia.

Esa gente que medio siglo antes lo habría calificado de monstruo, ahora lo miraba con un atisbo de esperanza que detuviera al terrorista.

 - Hey tío, bienvenido, ¿te apuntas a un poco de destrucción indiscriminada? -  dijo la babeante criatura caminando hacia él.

 - ¿Cómo? – preguntó extrañado el Motorista

 - Sí, coño, tu eres de los míos, ¿también te has escapado de la Zona X, verdad?

 Las Zonas-X. Barrios donde encerrar a los mutantes de este siglo, criaturas deformes dejadas de la mano de ningún dios alejadas de los seres humanos “normales”. Jim sabía algo de eso, por lo que él también lo sabía.

 - Escúchame, criatura. Este no es tu sitio. Deberías irte antes de que causes más daños

 La criatura miró extrañado al Motorista y al momento sonrió ampliamente dejando ver una escasa dentadura.

 - Daños, colega, son lo que quiero causar – dijo la criatura antes de abrir enormemente su boca y exhalar una nube de llamas hacia el Motorista – ¡Ja, ja, ja! ¡Arde payaso!

 El cuerpo del Motorista quedó rodeado al instante de un torrente de llamas que inundaba cada parte de su cuerpo pero, con un gesto de su mano, las llamas se disolvieron y apagaron.

 - No causarás más daños, criatura, ya has causado demasiados – dijo el Motorista mientras las cuencas de sus vacíos ojos se llenaban de un fulgor rojizo.

 - ¿Qu, qué dices?- dijo la criatura, y al instante su mente se vio inundada del dolor de todas aquellas personas que los rodeaban. El miedo y la desesperación que sufrían sus corazones desde que él había exhalado su primera bocanada de llamas en aquel céntrico barrio ahora entraban a borbotones en su cabeza – ¡Arhggggg! ¡Sácalo! ¡Sácalo de mi cabeza! ¡Me dueleeee! – gritó la criatura momentos de antes de desplomarse al suelo entre temblores y balbuceos.

 - Mi mirada de Penitencia impedirá que causes más daños

 El gentío que los rodeaban se quedó perplejo. Aquella criatura que parecía más un demonio salido del Infierno que un Héroe los había salvado de un terrorista mutante. ¿Por qué lo había hecho? ¿Territorialidad? ¿Venganza? ¿Altruismo? ¿Quién era ese ser que había derrotado al mutante sin tocarlo siquiera?

 - Ya no hay nada que temer. Vuelvan a sus hogares - dijo el Motorista mientras se dirigía hacia su Hover-Cycle - Todo ha acabado

 - Al contrario, Motorista, sólo acaba de empezar – le interrumpió una voz que surgió de entre el gentío.

 - ¿Quién habla?

 - Un amigo - dijo un hombre vestido con un manto color aceituna que salió de entre la muchedumbre atónita.

 - ¿Quién eres tú?

 - Me llaman Cuidador

 - Hace años conocí a alguien llamado así. Y tú no eres él. ¿QUIÉN ERES? - dijo el Motorista acercándose amenazador hacia el hombre y señalándole con el dedo.

 - No es a mí a quien tienes que combatir, Motorista. Has venido a este mundo de nuevo por una razón y no por casualidad. El Infierno ha abierto sus puertas, y los descendientes de Lilith reclaman venganza por la muerte de su Madre. 


sábado, 23 de enero de 2010

Ghost Rider 2055 2/3

Segunda parte de esta presentación del Ghost Rider 2055. James Morrison es un joven guitarrista despreocupado que está a punto a descubrir la verdad que oculta el Génesis.


La escena que vio Jim a continuación le sorprendió tanto que lo tiró al suelo de la impresión. Tenía ante sí a un esqueleto completamente envuelto en llamas, unas llamas terribles pero que no generaban calor alguno.

 - ¡OSTIAS! ¿Quién COJONES eres?

 - Llámame Motorista Fantasma

 - Vale Motorista, joder ¿y qué paso?

 - Junto a mi anfitrión, Dan Ketch, me enfrenté a Lilith y su progenie, y después de muchos años y muchas pérdidas, lo conseguí.

 - Espera, espera. ¿Anfitrión? ¿Pérdidas? 

 - Sí, Dan y yo ocupábamos un mismo cuerpo, mientras yo me ocupaba de eliminar el mal, el me daba un cuerpo en el que existir en la Tierra. Respecto a las pérdidas, digamos que todo ser humano tiene siempre un ser amado, ya sea familia, amigos… y Dan tenía muchos seres queridos.

 - Ah, ok, entiendo. Bueno, la cosa es que lo conseguiste, ¿y?

 - Con Lilith y su progenie fuera de este mundo, mi misión había acabado, así que liberé a Dan y volví al Infierno.

 - Eres un demonio o algo así, ¿no?

 - No exactamente. El caso es que yo pensaba que todo había acabado cuando medio siglo después aparezco en este sitio, en tu subconsciente. No se por qué, pero según me has dicho, Cuidador tiene algo que ver en todo esto.

 - Oye… si tú estás en mi subconsciente… me estás diciendo que me he convertido en tu… ¿cómo has dicho antes? ¿Anfitrión?

 - Parece ser que sí

 - Bueno, ¿y ahora qué tenemos que hacer? ¿un pacto de sangre? ¿un ritual satánico?

 - Nada de eso. Verás, Jim, para el resto del mundo, tú hoy has muerto junto al resto de tu grupo en una explosión cuyo origen desconozco

 - ¿Estoy muerto? ¡No jodas hombre! ¡Qué tengo 23 años!

 - No escuchas. Como ya te he dicho, he vuelto al mundo por alguna razón, y TENEMOS que encontrar a Cuidador para que nos explique el por qué

 - No me entero

 - Haremos como lo hice con Dan. Tú seguirás utilizando tu cuerpo, aunque como te he dicho, estás muerto, así que deberás ser cauteloso. Yo, mientras tu, nuestro cuerpo no esté en peligro, permaneceré en tu subconsciente, observando

 - No se tío, podemos probar. Al fin y al cabo, ya no tengo nada que perder, ¿no?

 - Exactamente. 

 - Bueno, ¿y cómo salgo de aquí?

 - Salta - dijo el Motorista Fantasma, señalando el vació que tenían alrededor

 Buddy no tenía un buen día. Su mejor botella de Bourbon se había acabado y ahora, en plena noche, cuando pensaba que podría dormir bien por primera vez en semanas, un tío con los ojos como dos linternas, había hecho estallar en llamas un Hover que venía en su dirección con un solo gesto. Pero para fastidiar más aún el día, Buddy vio cómo de las llamas y los hierros del Hover se alzaba una figura de un joven con el pelo largo y moreno, embutido en un chaquetón de (suponía) pseudo-cuero y que se dirigía hacia él.

 - Deja la bebida tío, no te ayuda en nada - le dijo Jim con una sonrisa. Después se dio media vuelta y se fue caminando calle arriba.

 Jim se sorprendió al decir eso. Cuando vivía, su vida había girado en torno al alcohol, la música, las drogas y las chicas. Pero desde que conoció al Motorista Fantasma, había dejado de lado todo eso… un tipo curioso este Motorista.

 De repente una idea saltó a la cabeza de Jim. En sus pesadillas vio al Motorista Fantasma montado en una moto, y si ahora él era el Motorista Fantasma, ¿dónde estaba su moto?

Tal vez necesitaría  que el Motorista ocupase el cuerpo pero, ¿cómo lo haría?

Cerró los ojos y se concentró. Nada.

¡La guitarra! Toda esta historia comenzó con la puñetera guitarra, así que seguro que esa era la clave. Corrió hasta el coche en llamas pidiendo por favor que no se hubiese destrozado con la explosión.

Por fin la encontró, intacta, como si el fuego no quisiese ni tocarla con sus llameantes dedos. Entonces fue cuando se dio cuenta.

Una persona normal y corriente que observara a sus amigos de toda la vida convertidos en cadáveres abrasados y humeantes se horrorizaría ante la visión y el olor. Pero Jim ni siquiera estaba incómodo, simplemente miraba los cadáveres con inusitada curiosidad, como si fuera realmente la primera vez que veía uno.

 - En fin, vayamos a lo nuestro – se dijo, dándose media vuelta y sacando la guitarra de su funda

 Instintivamente, comenzó a tocar suavemente una melodía que a menudo le pedía su querida abuela. 

La abuela. Tendría que ir a verla, no podía dejarla sola.

La guitarra sonaba, sin necesidad de amplificadores ni sintetizadores, y a medida que seguía tocando, los acordes se volvían más duros, más salvajes, hasta que se encontró tocando una melodía que no había tocado nunca, una melodía que parecía hacer que los edificios colindantes se tambaleasen y derrumbasen…

 - La balada del Infierno - se dijo

 De repente, vio cómo la guitarra se encendía en llamas pero, lejos de asustarse, siguió tocando más furiosamente, notando cada uno de los sonidos que emitía la guitarra. 

El fuego se propagó a sus manos, sus brazos, y rápidamente al resto de su cuerpo.

 Cualquiera que hubiera pasado por allí en ese mismo momento habría sido lanzado al suelo por la terrible explosión que se originó y que destrozó parte de los edificios de alrededor. 

Habría visto como el origen era un esqueleto envuelto en llamas.

Habría visto cómo a ese esqueleto le aparecían unos pantalones y una chaqueta de cuero negro.

Habría visto cómo unas calaveras humanas se manifestaban de la nada en sus hombros y rodillas.

Habría visto cómo una cadena se enrollaba en su cintura y alrededor de su pecho.

Y, finalmente, habría visto como esa infernal criatura miraba a su alrededor, y lanzaba a la noche un ensordecedor grito que le hubiera helado la sangre al espectador.

 - He vuelto - dijo el Motorista Fantasma

 Una vez que se hubo habituado a su nuevo cuerpo, miró a su alrededor y una idea surgió de su cabeza.

 - Jim tiene razón, no puedo ir andando, necesito mi moto… QUIERO mi moto - dijo el renacido Motorista Fantasma mientras se dirigía al desguace que tenía ante sí.

 Caminó entre las piezas desensambladas de Hovers de distintas clases, tamaños y colores. Potentes motores, enormes anuladores de gravedad, brillantes insignias…

Pero no vio nada que le convenciese.

Alzó su llameante mano y se concentró. Y al instante decenas de piezas surgieron de los montones de piezas destartaladas, cogiendo forma, uniéndose entre sí, mientras un temible fuego infernal actuaba de expertas manos guiando las piezas a sus debidos lugares.

Y pocos minutos después tuvo lo que quería.

Una moto para el Motorista.

Una llameante Hover-Cycle para el Motorista Fantasma del año 2055.

Su vehículo…

 La puerta del deshuace salió disparada hacía delante cuando el Motorista la atravesó a toda velocidad dejando tras de sí una chorro de llamas.

 - Cuidador, ¿dónde te escondes? Me debes una serie de respuestas - pensó para sí mientras zigzagueaba entre las callejuelas de los suburbios de la metrópolis de Nueva York.

viernes, 22 de enero de 2010

Ghost Rider 2055 1/3

Revisando todos los textos que tenía cogiendo polvo (si se puede llamar así), en lo más profundo de mi disco duro, he encontrado un proyecto que escribí en 2004 para una Web llamada Marveltopia (que todavía existe). Consistía en una versión de Ghost Rider en el año 2055, de la que sólo escribí dos capítulos, ya que las responsabilidades escolares por aquel entonces me tenían atado de pies y manos.

Es largo, así que lo he recortado en 3 partes, que iré subiendo cada día, a fin de no hacerlo tan pesado. Espero que os guste.


- Veamos, ¿me estás diciendo que recuerde algo raro que me haya pasado en esta semana, para que estemos tú y yo aquí, no?

 - Sí

 - Ok, ¿tienes un boli para escribir?

 - No

 - Bueno, pues de cabeza... a ver… Me llamo James L. Morrison, aunque mis amigos me llaman Jim, Jim Morrison, (parece ser que fue un músico muy famoso en el siglo XX) y tengo 23 años. Vivo con mi abuela Bárbara, en la puñetera metrópolis de Nueva York, exactamente en el barrio de St. Arthur, bloque 72, piso 7º G. Joder, no sabes lo que quiero a mi abuelita…

 - Sí, lo se

 - Ehm… bueno, vale, sigamos. Soy músico, pero no un músico cualquiera, ¡tengo la banda de NeoGothicMetal más famosa de todo el mundo, los NightShade!

 - Mentira

 - Ok, ok, no es la más famosa del mundo entero, ¡pero sí que somos muy conocidos en los Estados Unidos! (al menos más conocidos que ese Matt Hetfield, el nieto de nosequé cantante del siglo pasado)…  Bueno, creo que por ahora todo está bien… todo muy normal… lo que no se es qué ha podido ser más raro de lo normal en esta semana…

 - ¿Tal vez esa fiesta del Martes pasado?

 - ¿Eso? ¡qué va! Es algo que hacemos de vez en cuando los del grupo… para olvidarnos un poco del stress diario, ya sabes, algunas chicas, un poco de alcohol, unos gramos de Spank… una reunión de amigos en toda regla, jejeje…

 - La habitación del Motel salió ardiendo y una pareja de ancianos que dormía al lado estuvo a punto de morir

 - Lo se, lo se, y nuestro abogado nos sacó del apuro, pero no estoy orgulloso de aquello, ¿ok?

 - Piensa

 - Vale, vale, suceso extraño… como no sea el fan ese que me regaló mi guitarra nueva…

 - ¿Qué guitarra?

 - Sí coño, el fin de semana pasado, cuando acabamos de tocar en la sala Chaos de Holiday Street. Del grupo de fans que nos esperaban a la salida apareció un tipo enorme con una bolsa en la mano y me la dio… ¿cómo dijo que se llamaba? ¿Cuidado?

 ­- ¿Cuidador?

 - ¡Sí eso! ¡Cuidador!

 - Imposible, Cuidador está muerto

 - Bueno, lo que sea, el caso es que el tío me dijo que con esa guitarra haría que hasta el mismo infierno se tambaleara. Guau tío, se me hizo la boca agua sólo de pensarlo.

 - ¿Qué más te dijo?

 - Poco más, que cuando muriese alguien cuidaría de mí. Pensé que era un predicador hablándome de Dios, así que le di las gracias por la guitarra y me largué al Hover.

 - Cuidador…

 - Sí, ese es el tipo. Bueno, la cosa es que cuando ensayábamos, con esa guitarra se me saltaban las lágrimas. ¡Qué dureza! ¡Qué sonido! Hasta mis compañeros alucinaban… esa guitarra nos haría más famosos que la ostia. Entonces empezaron las pesadillas…

 - Lo sé

 - ¿Entonces para qué te lo cuento?

 - Continúa

 - Ok, ok, tú mandas. Pues no las recuerdo muy bien, pero básicamente eran siempre sobre una especie de fantasma, con su cabeza envuelta en llamas y con una moto viejísima tío, seguro que del siglo pasado.

 - Una Chopper

 - ¿Una qué? Bueno pues lo último que recuerdo es que esta noche teníamos concierto. Nos dirigíamos en coche a la sala Phantom, donde nos tocaba actuar. Yo estaba deseando tocar con mi nueva guitarra, esa iba a ser una noche memorable. Hasta que un resplandor de cojones brilló delante nuestro, una explosión, y cuando abro los ojos me encuentro en la cima de una montaña en mitad de la nada hablando con un tío envuelto en un manto y sentado en un trono como si fuera el rey Arturo. ¿Esto qué es, el Cielo?

 -No exactamente,  esto es tu subconsciente

 - Guay, mi subconsciente, ¿y tú quién eres, mi conciencia?

 - No. Permíteme que te cuente una historia

 - Ey no tío, ¿es muy larga?

 - Comienza en los albores de la Humanidad

 - No, no y no, tío, resume, que no soy de los que les guste escuchar historias

 - Como quieras. El siglo XX era una época de Héroes y Villanos, de grandes gestas para la Humanidad, y de grandes desastres. Super Héroes con sus flamantes trajes de colores se enfrentaban lanzando rayos de energía a Villanos que amenazaban la paz mundial

 - Sí, sí, he visto los holos en el canal de Historia, ¿y qué?

 - Pero había un enemigo al que los Héroes comunes no podían enfrentarse, pues la mayoría incluso desconocía su existencia. ¿Has leído alguna vez la Biblia?

 - Ni de coña, demasiadas páginas, aburrimiento total

 - Pero al menos sabrás algo del Génesis, ¿no?

 - Bueno, sí, Adan, Eva, la manzana, la serpiente, esas cosas

 - Bueno, pues deberías saber que la primera mujer de Adan no fue Eva, sino Lilith

 - ¿Quién?

 - Escucha y calla. Al principio Adan y Lilith fueron creados en términos de igualdad. Yacieron como hombre y mujer, y tenían una vida feliz. Pero discutieron, y Lilith fue seducida por las fuerzas del mal, lo que conllevó su expulsión del Paraíso. Después Eva fue creada a partir de la costilla de Adan para evitar un nuevo error.

 - No tenía ni idea, sigue, sigue…

 - Lilith vagó por el mundo con su prole en su vientre, hasta que finalmente tuvo que parir, sola y abandonada en algún lugar de los casquetes polares.

 - Pobre, y murió, ¿no?

 - Nada más lejos de la realidad. Dio a luz a muchos y poderosos hijos, cada uno con un malvado poder con el que amenazar a la, en esa época joven, Humanidad. Pero por alguna razón no lo hicieron. Simplemente desaparecieron.

 - Hasta el siglo XX, ¿verdad?

 - Exactamente. Lilith y sus vástagos eran muy poderosos para los Héroes de la época, así que alguien debía de limpiar su semilla.

 - ¿Tú?

 - Sí - dijo la figura mientras se levantaba del trono y se deshacía del manto que le cubría completamente.