sábado, 8 de septiembre de 2012

Comunidad Umbría - Johnny


Una nueva historia de personaje, después de muchos meses en sequía literaria, que no creativa. Lamento la espera. ¡Un saludo!

El joven paseó por la sala a oscuras, esquivando los cuerpos que ahora alfombraban el suelo. Era como un pequeño juego personal: quería ver si era capaz de llegar hasta la puerta sin tocar ninguno. Lamentablemente, no pudo, así que dejó escapar un suspiro de resignación y miró hacia el origen del sonido que lo había distraído. Allí, temblando como una hoja al viento, estaba uno de aquellos hombres que habían enviado a asesinarle. Sangraba por una decena de cortes por todo el cuerpo y el líquido rojizo manchaba sus ropas completamente.

No viviría por mucho tiempo.

-      - Te voy a hacer un favor – dijo el muchacho, acuclillándose frente a él y sonriendo abiertamente. Sacó un paquete de cigarrillos y se encendió uno lentamente – No quisiera que murieras en la ignorancia, así que te contaré por qué no habéis podido matarme.

Se sentó  a su lado, apoyando la espalda en la pared y la guitarra sobre su regazo. Su guitarra. Era terriblemente hermosa y terriblemente letal. Los informes que les habían entregado confirmaban que sólo era un instrumento para canalizar su poder,  pero en cuanto le apuntaron con sus armas no tuvo más que realizar dos rápidos acordes y todo se volvió rojo de repente.

-       - En el principio todo era caos y oscuridad, y llegó Dios y dijo: Hágase la Luz. Eso es lo que os enseñan a los cristianos. ¿Eres cristiano? Tiene pinta de serlo. Lo que no os enseñan es que antes de la existencia de vuestro dios, ya había una fuerza en el Universo que lo organizaba todo. Nada de Caos, nada de Desorden. Todo se movían al son de la entidad cósmica que existía desde el origen de todo: La Música.

Hablaba con propiedad, como si en vez de estar hablando con un jodido psicópata estuviera escuchando a un profesor de universidad dando una clase. Pero no era así. Habían obtenido sus evaluaciones psiquiátricas del hospital y estaba definitivamente trastornado. Dicen que los más inteligentes suelen ser los que primero caen en la locura.

-       - Todo se mueve al son de la Música, ¿sabes? Todo tiene una melodía y un ritmo, pero el mundo está demasiado obsesionado con la guerra, con la política y el maldito dinero. Incluso la industria musical, que debería rendir pleitesía a nuestro amado Dios, se afana en amasar grandes fortunas y guiar a la gente como corderitos para decirles qué deben escuchar. ¡Blasfemia!

Sus superiores no le habían dicho exactamente cómo un chaval tan prometedor en el mundo de la Ingeniería se había convertido en alguien así. Ahora que le tenía tan cerca, distinguía claramente que no tendría más de veinticinco años.  Aunque hablara y actuara como alguien mayor, y en poco tiempo se hubiera convertido en un objetivo a eliminar, no era más que un muchacho.  Un muchacho que había nacido con poderes, uno de esos “mutis” que han salido del armario y que hay que controlar de cerca. Un chico estudioso y educado, que siempre se había preocupado de controlar sus habilidades especiales, y que de la noche a la mañana estalló como una pompa de jabón en una fiesta de cactus.

-      - Por eso yo pude escuchar su voz. Porque el Dios de la Música estaba  desesperado porque su mensaje se estaba perdiendo. ¡Se estaba quedando mudo! ¿Sabes lo terrible que puede ser eso? Que el único y verdadero dios desaparezca es algo impensable, así que me convertí en su sacerdote. En su apóstol. Su profeta.

Los informes explicaban que, por fortuna, ningún grupo había querido afiliarse con alguien tan desequilibrado. Los Blackwater de Méjico le habían contratado para un par de misiones en campo abierto, para ver cómo se manejaba. En la primera refriega que se encontraron, escoltando un convoy de mercancías, provocó numerosas bajas en ambos bandos. Sus compañeros se quejaban de malestar general, de mareos y nauseas mientras él practicaba con la guitarra, y el estruendo que provocaba en los enfrentamientos les hacía imposible siquiera apuntar con sus armas. Le dejaron en mitad del desierto, a ver si con suerte se lo comían los chacales.

No hubo suerte.

-       - El mundo tiene que abrir sus mentes y sus corazones a la verdadera Música, y yo he recibido el poder para hacerlo. Soy el Monje de la Música, el Sacerdote del Ritmo. ¡Soy el jodido Instrumento del Señor! – dijo el chico, estallando en una carcajada que desconectó al soldado de sus pensamientos – Por eso, putos mercenarios de mierda, no habéis podido matarme. Porque soy un Arma Divina. Porque mi Señor me ha dicho que mientras siga siendo su profeta, nada puede pasarme.

Y diciendo esto, se levantó, sin preocuparse porque sus ropas se hubieran manchado con la sangre de la decena de soldados que ahora yacían en el suelo de aquella habitación de motel de carretera. Sólo dedicó un leve vistazo al hombre al que había estado hablando, sonrió, y acercó su cara a casi dos centímetros de la suya.

-       - Te voy a dejar con vida para que le cuentes todo esto a tus superiores, ¿vale? Diles que soy inmortal, y que si vuelven a interferir con mi tarea divina, extenderé sus vísceras por la ciudad. ¿Entendido?

miércoles, 9 de mayo de 2012

Iniciativa CO2 Neutral

Hoy no me pongo en contacto con vosotros para mostraros una obra más, sino para haceros conocedores de una nueva iniciativa por la cual ayudamos al planeta Tierra. Gracias a la gente de proTierra y su iniciativa CO2 Neutral, todos los Blogs que quieran colaborar con nuestro planeta podrán hacerlo de una forma rápida y sencilla.


Sólo tenéis que pasaros por su página Web y añadir el botón que podéis ver a vuestra izquierda, con ello, la gente de proTierra apadrinarán un árbol en vuestro nombre. ¿Qué perdéis por hacerlo, unos pocos minutos?


¡Un saludo!

viernes, 4 de mayo de 2012

Comunidad Umbría - Donovan


Hace unos meses interpreté a un joven mutante con la capacidad de moldear los objetos a su antojo, pero el desafortunado y lamentable fallecimiento del Director me dejó sin posibilidades de llevar el personaje más allá. Ahora tengo la oportunidad de reinterpretar a Brian, en este caso con el nombre de Donovan y un pasado algo más oscuro. Que os divirtáis.


El Mejor Espectáculo
Lo había hecho decenas de veces antes en ese tipo de situaciones, y muchas otras en su habitación, alejado de todos y de todo. Aquella vez no era diferente. Notaba la tensión en el aire, cómo algunos tragaban saliva preguntándose qué iba a hacer, o cómo otros tenían la mirada fija en sus manos. Incluso distinguió sin problemas a un par de periodistas acreditados que al día siguiente le convertirían en un bufón públicamente si no tenía cuidado. Pero realmente no le importaba todo aquello. Sólo cuando se encontraba con sus criaturas se sentía cómodo y a salvo. Como si fueran la única familia que hubiera tenido en su vida, y en cierto modo, así era.
No le gustaba hablar en público, así que dejó que sus manos explicaran lo que iba a hacer. Cogió un torso de maniquí y lo sentó sobre una silla. Lentamente, le fue acoplando las piernas y los brazos, haciendo que resultara una extraña imagen: una mujer sin cabeza sentada sobre una silla de mimbre. Lentamente, y con pasos elegantes, descendió al público y solicitó con un leve ademán un voluntario que se asegurara que allí no había trampa ni cartón. Una joven algo rolliza cogió su mano enguantada y subió con él acompañada del aplauso del escaso público que había acudido. Le dio todo el tiempo que necesitó para comprobar que no había hilos, ni cables, ni compuertas escondidas bajo el escenario, para luego volver a su asiento acompañada nuevamente de aplausos.
Entonces empezó su espectáculo. Se acercó a la marioneta y posó su mano suavemente sobre el muñón del cuello, donde debería de estar la cabeza, y suspiró. Y luego, lentamente, se alejó de la figura con los ojos cerrados, dándole la espalda. Lo que sucedió a continuación dejó a todo el mundo con la boca abierta.

La figura se movió. No como se movían las marionetas, de forma lenta y artificial. No, aquel maniquí decapitado empezó a moverse como si fuera una persona real, despreciando las limitaciones físicas que debería tener. Dio unos pasos primero, y luego empezó a bailar suavemente al ritmo de una música inexistente. El artista abrió los ojos y sonrió al público, dispuesto a empaparse con sus aplausos y sus alabanzas, pero lo único que vio fueron expresiones de desagrado, incluso un niño en la sexta fila empezó a llorar de repente.
- ¿Pero qué demonios os pasa? - gritó el artista, lleno de furia - ¡Os muestro el mejor espectáculo que hayáis visto nunca y ni siquiera un aplauso! ¡No tenéis ni puta idea de lo que es el arte!
El público se quedó boquiabierto ante el ataque de rabia que había surgido del joven, de apenas veinte años. Con los puños cerrados y el rostro enrojecido, parecía que fuera a estallar. De repente, una lata de refresco a medio consumir salió volando de entre el público, cayéndole sobre el brillante traje de lentejuelas.
- ¡Eres un tío muy raro! - dijo una voz de hombre - ¡Lárgate, estás haciendo llorar al crío!
Esto pareció enfadar muchísimo más al muchacho, que de repente se quedó mirando a la lata de refresco en el suelo. La manera en que el contenido se extendía sobre el suelo del escenario le dejó hipnotizado, pero pasados unos pocos segundos, alzó la mirada, furioso. Extendió la mano hacia el público, como si quisiera agarrarlos a todos de una sola vez, y cerró los ojos. A su lado, el maniquí dejó de bailar, cayendo a plomo contra el suelo, despedazándose.
De repente, desde detrás del escenario salió el maestro de ceremonias, que minutos antes había presentado la actuación, y abrazó al muchacho, obligándole a mirarle a los ojos. Algo le dijo al oído, alarmado, y pareció gesticular violentamente hacia los espectadores. No dejaba que el muchacho se explicara, y tras lo que pareció una breve regañina, el joven salió echando chispas hacia un lateral, perdiéndose en la oscuridad.
- ¡Nuestro Maestro de Marionetas, señoras y señores! - dijo el presentador, fingiendo una amplia sonrisa antes de dar paso al siguiente espectáculo.
  
Te Cambiará la Vida
- ¡Mira que te lo tengo dicho, Donovan! - le gritó el presentador - ¡Trata bien al público, es lo único que tenemos!
Sentado enfrente de su espejo, Donovan observaba el desfigurado reflejo de Francis Albertini, el presentador y director del circo donde trabajaba. Estaba furioso con él, y no era para menos. No perder los papeles frente al público era una de las primeras normas de su espectáculo.
- ¿A qué ha venido lo de no ponerle cabeza al maniquí? ¿Sabes la imagen que has dado? ¡Has asustado a la gente! ¡Has hecho llorar a un crío!
El joven artista se levantó de repente, provocando un estruendo cuando la silla golpeó contra el suelo.
- ¿Pero qué público, Francis? ¿Qué espectáculo? - dijo, furioso y malhumorado - ¿Te has dado cuenta de cuánta gente ha venido? ¿El público dices? ¡El circo está muerto, joder!
Eso golpeó de lleno en el corazón del curtido artista, que miró al joven decepcionado y se marchó en silencio. Es en esos momentos de la vida en que sabes que sólo tienes una oportunidad para hacer algo, y que si dejas pasar la ocasión, nunca más volverá a tí. En el caso de Donovan, podía haber parado a Francis, disculparse y dejar las cosas como estaban. Pero simplemente lo dejó marchar, cerrando la puerta lentamente tras de sí.
Horas más tarde, el joven decidió dar un paseo por la ciudad para despejarse. Como el circo estaba instalado en las afueras, tenía que coger una moto para llegar hasta el centro, pero cuando se dirigía hacia ella, vio cómo un lujoso coche pintado de negro mate se cruzó en su camino, deteniéndose justo a su altura. Debían de estar esperándole, porque era muy tarde como para que ningún espectador estuviera rondando por aquel lugar.
Cruzado de brazos, Donovan esperó a que saliera un par de tipos y quisiera partirle la cara por haberles insultado, pero en vez de eso se abrió la ventanilla trasera y un tipo con marcas de viruela en la cara le sonrió.
- ¿Vas al centro, chaval? Me gustaría invitarte a una copa, ¿te vienes? - dijo, y el muchacho pudo oler el aroma a puro barato que surgía del interior del vehículo.
- Lo siento socio, pero no soy de esos - respondió, con toda la chulería de que era capaz - Pero seguro que encuentras algún niñato por ahí que quiera chuparte la polla. Que te den.
Y sin despedirse, se dirigió hacia la motocicleta dispuesto a dejar atrás a ese tipo, pero de repente escuchó cómo se abrían un par de puertas del coche y alguien le cogía por detrás. Unas manos fuertes le agarraron y le alzaron en el aire, dejando a Donovan pateando en el aire y maldiciendo sin ningún éxito.
- Venga ya, chaval - dijo el hombre del coche, una vez que le hubieron sentado en el asiento trasero, a su lado - ¿Tengo pinta de que me gusten los niños? He visto tu espectáculo, es algo que no se ve todos los días. ¿Cómo lo haces, es un truco?
- ¿Y a ti qué coño te importa? - espetó el joven - ¿No sabes que no se les pregunta  a los magos cómo funciona su espectáculo?
- No creo que seas un mago, chaval. Ahora, explícame cómo haces eso, y quizás tenga una oferta para ti que te cambiará la vida.

Habilidad
Mike "El Balas" dijo que se llamaba, y era el líder de un grupito de maleantes que se dedicaba a robar tiendas de joyas, algún asalto nocturno a almacenes y cosas así. La verdad es que les daba para ganarse la vida, y se había hecho un nombre en el mundo del crimen como alguien que le echaba huevos al asunto. Consiguió que Donovan le explicara cómo hacía su espectáculo, y la verdad es que quedó encantado con la información.
A la gente como él los llamaban vulgarmente Mutantes. Desde que tenía conciencia, Donovan  había podido percibir cosas del entorno que la gente normal no podía. Sentía si en una casa había habido mucha violencia doméstica, o si una muñeca era muy querida por su pequeña dueña. Los objetos, decía, quedaban impregnadas de sensaciones, de sentimientos, por las personas que las utilizaban. Él podía percibir esas sensaciones como un florista podía percibir el aroma de las flores de su tienda.  Si entraba en una habitación llena de gente, podía saber en unos pocos segundos quién era el más violento de todos o quién había tenido relaciones sexuales la noche anterior. Era sólo cuestión de práctica.
Pero lo que realmente impresionó a Mike fue la habilidad que había demostrado con la marioneta de su espectáculo. Donovan le explicó que podía hacer que las figuras se movieran con el poder de su mente. De pequeño jugaba con muñecos, como cualquier niño de su edad, pero con el tiempo aprendió que podía hacer que las figuras cobraran vida y actuaran tal y como él quería. Al principio sólo podía hacer que se movieran una o dos, y realizaran movimientos simpes. Con el tiempo, podía hacer que dos maniquíes bailaran el vals al son de la música.
- ¿Y qué hacías en ese circo, chaval? ¿No tienes padres? - le había preguntado Mike mientras se comía un grasiento filete. Donovan sabía perfectamente a qué venía esa pregunta. Si no tenía a nadie que se preocupara por él, menos problemas tendría.
- Nunca conocí a mis padres. Toda la vida que he conocido ha sido en hogares de acogida, hasta que en la última me pillaron haciendo uso de mis habilidades y me dieron la patada, acojonados. Eran de esos tipos que no soportan a los mutantes - dijo, recordando con rabia aquella escena. Literalmente su padre adoptivo le echó a patadas de su casa, llamándole monstruo. Supuso que nadie en la agencia de adopción le había dicho que alguno de sus genes no era igual que el de los demás y eso le cabreó sobremanera.

Avaricioso
Normalmente siempre actuaban de la misma forma: Se habían apropiado de unos cuantos maniquíes a los que les ponían ropa de calle y un pasamontañas, y Donovan hacía que entraran primero en los sitios. Cuando el personal de seguridad se volvía loco intentando derribarlos, entraban los chicos de Mike. Gracias a eso, habían podido ganar unos cuantos miles en poco tiempo, y la cosa pintaba bien. Al joven nunca se le habría ocurrido pensar en ganarse la vida robando a la gente, pero tampoco es que tuviera muchas opciones.
Pero Donovan quería algo más. No quería pasarse el tiempo usando sus poderes para hacer trapicheos y robos de poca monta. Él quería hacer las cosas a su modo, sin tener que depender de gentuza como Mike y sus hombres. ¿Por qué limitarse a joyerías de baja estofa o almacenes semiabandonados?  ¿Por qué no asaltar un banco? Con la preparación adecuada, él podría duplicar o triplicar sus opciones si le dejaran opinar.
- No seas avaricioso, chico - le decía Mike - Hay gente ahí fuera muy peligrosa que podría cabrearse mucho si intentamos volar más alto. Nos va bien con estos trabajos, así que olvídate.
Pero bastó que le dijeran que se olvidase del asunto para que Donovan se planteara más en serio hacer las cosas a su modo.

Rata Traidora
- ¿Pero qué cojones es esto? - gritó Mike cuando vio lo que sus hombres le habían traído.
Sobre la mesa de su despacho había un montón de fajos de billetes burdamente falsificados y algunas joyas que un entendido no había tardado mucho en demostrar que eran falsas.
- Estaban en donde guardamos el dinero, jefe. Pero te juro que siempre comprobamos lo que nos llevamos y... y... - dijo Johnny "Dedos Largos" uno de los empleados de Mike, sudoroso ante la situación.
¿Cómo era posible que hubieran robado dinero o joyas falsas? Los lugares de donde los obtenían eran legítimos, y gran parte del dinero que tenían guardado lo habían conseguido tras vender el botín en el mercado negro. ¿Alguien había estado metiendo mano en la caja? ¿Pero quién?
Mientras tanto, Donovan, en su habitación, leía un cómic, ajeno a todo lo que ocurría. De repente, un golpe en la puerta la abrió de improviso, haciendo saltar algunas astillas de la cerradura. Mike estaba ahí, con su arma en la mano. Estaba furioso.
- ¡Tú, chico! - dijo, tirándole el fajo de billetes en la cara - ¿Sabes algo de esto?
Donovan era muchas cosas, pero una de ellas no era ser buen actor. Inmediatamente no supo qué decir y la culpabilidad asomó a su rostro.
- ¡Rata traidora! ¡Con todo lo que he hecho por ti! ¿Dónde está mi puto dinero? ¿Qué has hecho con él? - dijo, mientras uno de sus hombres le daba un cargador repleto de balas que llevaban su nombre.
Hacía unos cuantos meses Donovan había decidido que dejaría la banda, pero para eso necesitaba dinero. Como imposible que les pudiera robar sin que Mike se enterara, decidió sustituir los fajos de billetes y las joyas pendientes de tasar por creaciones de su propia mano. Hacía tiempo que el joven mutante tenía la capacidad de moldear objetos con el poder de su mente, pero había decidido mantener esa habilidad en secreto como un as bajo la manga. Cada noche, sustituía un par de cientos por falsificaciones de barro que no se revelearían hasta pasado un tiempo, y para entonces él ya estaría muy lejos. El problema era que Donovan no era muy bueno falsificando, por lo que cuando algunos de los miembros de la banda se desplazaron por la ciudad para buscar compradores, descubrieron el pastel.
- El dinero está ingresado en una cuenta a mi nombre, y si me matas nunca sabrás dónde está ni recuperarás tu pasta, Mike - dijo, levantando las manos indicando que no estaba armado, aunque nunca hubiera empuñado un arma - Déjame ir y te enviaré la mitad del dinero a cambio de que me dejes en paz para siempre.
- ¡Y una polla! - gritó Mike, cada vez más furioso. Si ya le había cabreado que aquel joven le hubiera robado, aún más le molestó que intentara chantajearle - Te arrancaré el pellejo a tiras y me dirás todo lo que quiero saber, ¡cogedle!
Donovan dio un par de pasos atrás, tropezando con un cojín que yacía en el suelo, y miró a todos lados. No tenía escapatoria. Si salía por la ventana, sólo le esperaban varios metros hasta el suelo, y si intentaba bajar las escaleras de incendios, los tipos de Mike le acribillarían a balazos. Si intentaba abrirse paso... bueno, eso era  impensable.
- No quiero haceros daño... Mike, de verdad. Os habéis portado bien conmigo... sabéis que podría usar mis poderes cont...
- ¡Ja! ¿Tus poderes, chaval? ¿Por quién me crees? - dijo,  sonriendo socarronamente - ¡Aquí no hay ningún puto maniquí para que manipules!
Y tenía razón, no tenía ninguna marioneta a mano, y eso le limitaba las posibilidades. Pero entonces se acordó de cómo había moldeado el barro para crear el dinero y las joyas. ¿Cómo lo había hecho? Él no era un artista ni había estudiado arte como para saber hacer cosas tan perfectas, ¡y a color! No... eso debía de ser parte de su poder. ¡Claro... él no manejaba las marionetas... las moldeaba a su antojo!
Concentrándose, notó cómo percibía las sensaciones a su alrededor. Las paredes despedían un aroma a ansia de libertad, a ambición, pero sobre todo a agresividad. Sí, aquellos tipos querían matarle lentamente. Dejándose llevar, desató su poder contra Mike y su banda.
  
Lo Que Le Diera la Gana
Una llamada de madrugada despertó al soñoliento policía que estaba de guardia. Detestaba estar pendiente de las llamadas de emergencias, pero había cabreado demasiado al capitán y le tocaría estar de guardia unas cuantas noches para compensar. La voz al otro lado estaba modificada y amortiguada por algo, quizás un trapo, y estuvo a punto de colgar pensando que era una broma. Pero cuando escuchó datos que sólo estaban en propiedad de la policía, se lo tomó muy en serio.
Le indicaba el nombre y la ubicación de la banda de Mike "El Balas", así como una lista de sitios que habían atracado para confirmar su autentificación. Le indicó que era un regalo para la policía y que sería mejor que se dieran prisa en ir a buscarlos.
La noche quedó iluminada de repente por las luces rojas y azules de las sirenas de los coches de policía cuando asaltaron el edificio. Tal y como la voz había informado, las puertas de la casa estaban abiertas y toda la banda estaba allí, inmovilizada. Lo que no había explicado era el cómo, y eso dejó sorprendidos a los tipos de uniforme.
Una especie de serpientes de cemento y metal estaban enroscadas en torno a Mike y sus hombres, inmovilizándolos de arriba a abajo. Sus gritos de dolor y pánico eran ensordecedores, y los policías no daban crédito a lo que veían. Efectivamente, aquellas serpientes estaban vivas, y se retorcían sobre los cuerpos de los ladrones.
- ¿Pero qué coño es esto? - preguntó el sargento Ramírez ante la escena - ¿Con qué has estado jugando, Mike? No, en serio... ¿cómo les quitamos estos bichos de encima?
Como si aquella pregunta fuera la clave del enigma, inmediatamente las serpientes se deshicieron en una papilla de polvo grisáceo, lo que permitió a los policías atrapar a la banda al completo. Fuera, en el edificio de enfrente, un joven sudoroso observaba la escena atentamente, y pareció relajarse sobremanera cuando las serpientes se desvanecieron.
Donovan bajó a la calle usando las escaleras de incendio y se perdió en la noche. Ahora tenía una cuenta llena de dinero para sus gastos y podía afrontar la vida con otros ojos. Ya no estaba a las órdenes de un ladronzuelo de poca monta. Ahora podía seguir con esa vida o alejarse durante unos meses a una isla lejana. Tenía su futuro en la palma de su mano.
Podía hacer lo que le diera la gana.

domingo, 29 de abril de 2012

Comunidad Umbría - Nathaniel Schneider


Aquí os dejo, tras unos cuantos meses de inactividad, mi última creación. Es una historia para una partida de mutantes en la que pretendo interpretar a un piloto de Armadura de Combate. El juego de Rol es Mutants & Masterminds, un juego que engloba con facilidad los universos de Marvel y DC. Espero que disfrutéis.


Elcano

La "Serenata Nº 6 en D Mayor para Orquesta" resonaba por los pasillos acompañada por el rítmico golpeteo del calzado sobre la madera del suelo. Esa madera había sido pisada por grandes personajes de la cultura española, pero en aquellos momentos sólo era un muchacho de apenas unos cuatro años el que caminaba acompañado de un asistente, camino al despacho del director.

- ... comportamiento es más que reprochable para nuestra institución, señor Schneider. Sepa usted que el Instituto de Enseñanza Superior Elcano siempre se ha regido por unas normas y su hijo mantiene una actitud que contagia a sus compañeros. Una actitud que no podemos permitir - decía un hombre, ya entrado en años, que hablaba desde detrás de un antiguo escritorio. En cuando el asistente entró en el despacho acompañado del muchacho, se giró a ambos y su expresión pareció cambiar de repente - Veo que el joven Nathaniel ya ha venido. Por favor muchacho, puedes sentarte con tus padres. Creo que tienen que hablar contigo.

El joven parecía una pequeña rata, con el pelo rubio rebelde, que a veces caía sobre sus ojos, de un azul claro que dejaban clara su ascendencia alemana. Era delgado y pálido, pero tenía una sonrisa pícara que daba a entender que bajo aquella apariencia frágil se escondía una mente despierta. Su padre, Dieter Schneider, era hijo de padres alemanes pero había sido criado en España, donde había conocido a su mujer, María. Ambos contrastaban como el aceite y el agua; donde él era alto, rubio y fornido, ella era pequeña y morena, con una cara redonda y entrañable que recordaba los hermosos paisajes castellanos.

- Dime, Nathaniel - dijo Dieter, mirando a su hijo con una sonrisa en los labios - el director Marín dice que te distraes en clase y que eres maleducado con tus profesores. ¿Es eso cierto?

En su tono no había agresividad ni autoritarismo, pero la postura que adoptó el muchacho parecía denotar que sabía a lo que se atenía si no se comportaba debidamente con su progenitor.

- Me aburro, papá. Todo lo que me enseñan ya lo sé - dijo, para luego mirar con el ceño fruncido al director Marín, que observaba todo desde detrás de su mesa - ¡y no me porto mal con los profesores! Es sólo que a veces se equivocan y yo les enseño lo que está mal.

- ¡Esto es intolerable! - respondió Marín - ¿Cómo vas a saber tú más que profesores de la talla del doctor Alberti, que tiene varios Masters en...?

Su discurso fue interrumpido por un ademán de Dieter, que hizo que ambos, hijo y director, quedaran fijos en sus ojos azul cielo. Pareciera como si aquel hombre hubiera nacido con un magnetismo personal único, más propio de líderes militares medievales que de un hombre de negocios europeo. Su mujer, sin embargo, miraba todo con ojos cariñosos, observando cada movimiento de Nathaniel como si en cualquier momento fuera a caer y romperse.

- Creo que ya he oído suficiente. Nathaniel, ve a recoger tus cosas. Señor Marín, vamos a llevarnos a nuestro hijo del Instituto Elcano - dijo, y esperó unos segundos para que la noticia hiciera efecto. Justo cuando parecía que el director iba a objetar algo, continuó hablando - Pensábamos que este sitio era ideal para alguien cono Nate, pero está claro que no están a su nivel. Creo que haré caso a mi difunto padre, y me encargaré de que se crie en Alemania. Hay un colegio ideal para chicos como él.


Achenbach

- No me malinterpretes - respondió el joven, mientras caminaba por los amplios pasillos decorados por inmensos ventanales que miraban al valle - Es solo que no esperaba encontrarme aquí a una chica, y menos española. Pensaba que todos los que estábamos aquí éramos chicos. Yo también nací en España, aunque mi abuelo era alemán.

Se acababan de conocer y ya habían hecho buenas migas, lo que les causó más de un rumor entre el resto de estudiantes. Pero en el Instituto Achenbach, en pleno corazón de Alemania, no había lugar para rumores, distracciones ni juegos. Era un colegio privado para alumnos de alto cociente intelectual, donde la flor y nata del universo intelectual crecía rodeada de verdes valles y de unas instalaciones que haría enrojecer a muchas grandes universidades. Vagabundeando por los pasillos y grandes pabellones, un joven Nathaniel Schneider había confundido a una joven de rasgos dulces por una chica de la limpieza, y se había ganado un bofetón a cambio. Se llamaba Dolores.

Durante mucho tiempo fueron inseparables, y disfrutaron de aquella época de la vida en la que un chico y una chica podían ser amigos sin que surgiera entre ellos nada más que una hermosa y fuerte amistad. Él tenía gran interés por la robótica y la inteligencia artificial, que ya empezaban a cobrar fuerza en aquellos años; ella se decantó por los sistemas de computación y por el diseño de interfaces. Juntos, decían entre los profesores, darían la vuelta al mundo de la informática si se lo proponían.


La Oscuridad Inexorable

Sería su mayor obra. Nathaniel había diseñado un sistema que le permitiría generar energía suficiente para abastecer de electricidad a todos los pueblos del valle con el equivalente a un vaso de agua. Estaba tan contento de sí mismo que no dejaba de hablarle a todo el mundo de su proyecto.

- Deberías tener cuidado - le aconsejaba Dolores, que ya se había convertido en su mejor amiga - Aquí la gente es muy competitiva, e ir fanfarroneando por ahí de tu proyecto no te va a ayudar a hacer amigos.

- No necesito más amigos que tú, Dolores - respondió Nathaniel, mientras se balanceaba sobre la silla del comedor. Habían decidido hacer una pausa de sus respectivos proyectos para charlar y comer algo. Llevaban varios años juntos, y la adolescencia había caído de lleno en el Instituto Achenbach. Los jóvenes que se burlaban de Dolores por ser de las pocas chicas que estudiaban allí, ahora la miraban con ojos lujuriosos y cargados de deseo. Sin embargo, Nathaniel seguía comportándose con ella como el primer día, lo que la muchacha agradecía - Cuando presente mi dispositivo en la ceremonia, te presentaré a mis padres. Hace tiempo que no los veo, y seguro que estarán contentos de saber que al menos hay alguien a quien no detesto.

Aquella noche, mientras Nathaniel dormía en su habitación, algo le hizo despertarse de improviso. En aquel momento lo aludió a que no podía dejar para el día siguiente una calibración del sistema de cálculos de su dispositivo, pero años después, cuando recuerda aquella noche, siempre dice que algo en su interior le avisó de lo que estaba a punto de suceder. Tenía autorización para trabajar durante la noche en su proyecto, por lo que cogió su tarjeta de identificación y cruzó el pasillo en dirección a los laboratorios. Allí, en una habitación numerada con el número 13 (Nathaniel siempre se había burlado de las supersticiones), esperaba, protegido tras una puerta con una contraseña hexadecimal de 64 bits, el proyecto que le lanzaría a la portada de las revistas científicas más prestigiosas.

El problema era que la puerta estaba abierta.

¿Cómo era posible? Era extremadamente cuidadoso en cuanto a la seguridad se refería. Comprobaba dos veces que la puerta estuviera bien cerrada y se aseguraba de que la tarjeta de identificación nunca saliera de su bolsillo o de su habitación. ¿Entonces, cómo habían podido abrirla? Cuando alcanzó la puerta, se quedó boquiabierto. Habían utilizado un soplete para forzar la puerta.

- ¿Un soplete? - dijo, entrando en su laboratorio a voz en grito - ¿Te atreves a forzar la cerradura con un puñetero soplete? ¿No sabes con el proyecto de quién estás tonteando? ¡En cuanto te ponga las manos encima, estúpido...!

Esperaba encontrarse con un estudiante intentando copiarle la idea, o quizás un par de alumnos de años anteriores queriendo sabotearle. Pero el hombre que le cortó el paso era grande, anormalmente grande, y tenía una mirada fría como el hielo. Con un simple golpe en el pecho, tiró a Nathaniel al suelo y luego lo miró con una amplia sonrisa.

- ¿Qué vas a hacer, niñato? - dijo, con una voz cargada de acento de la Europa del Este - Así que tú eres el cerebrito que ha inventado esto, ¿eh? Es muy inteligente... pero hay gente a la que no le gustan estas ideas... así que mejor vamos a evitar que vuelvas a construirlo.

Entonces lo oyó. Alguien estaba detrás del gigante y parecía que tuviera en sus manos una espada, o quizás sólo fue su imaginación. La oscuridad no le permitía ver más allá. Pero sí pudo distinguir el objeto frente al que se encontraba el desconocido: su dispositivo. Estaba desmontado, casi pieza a pieza, de una forma brutal. Se habían ensañado con él y sus apuntes estaban siendo amontonados en una maleta.

- ¡Eh! - gritó, con el puño cerrado - ¡Esos son mis apuntes! ¡Apártate de ellos o si no...!

Una patada en el estómago hizo que sus amenazas quedaran en nada, y el joven Nathaniel se quedó hecho un ovillo, encogido de dolor. Sólo pudo ver el par de pies que se marchaban del  laboratorio a paso rápido, mientras él gimoteaba a causa del ardor que le subía por el pecho.

Quizás fueron segundos, o quizás horas, pero en cuanto se recuperó, lo primero que hizo fue salir tras los saboteadores. Ya no le importaba su proyecto, podría fabricarlo de nuevo si se lo proponía. Pero no, aquellos tipos habían tenido la osadía de atacarle, y lo iban a pagar caro. Su sangre juvenil le recorría el cuerpo, y portando una barra de hierro forjado en la mano del laboratorio de metalúrgica, salió por el pasillo en dirección a donde escuchaba unas ligeras voces. Allí estaban, a punto de salir por la ventana sin que nadie se hubiera percatado de su presencia. El tipo que se había encargado de robarle los documentos no estaba, pero el gigante aún se encontraba con un pie en el alféizar dispuesto a saltar al jardín.

- ¡Cabrones! - gritó con todas sus fuerzas mientras corría hacia el hombretón, dispuesto a golpearle con la barra de hierro.
Pero el golpe nunca llegó. Casi como si espantara una mosca, el tipo le abofeteó con el dorso de la mano, haciendo que la visión se le llenara de pequeños chisporroteos seguidos de un silbido en el oído izquierdo. Luego sintió cómo le agarraba de la chaqueta del pijama de seda, y después la sensación de ingravidez. Vio el cielo estrellado girando frente a sus ojos y luego el impacto. Un dolor indescriptible le recorrió todo el cuerpo desde la cintura hasta la nuca, y se dispuso a  gritar. Pero antes de hacerlo, una oscuridad inexorable le abrazó con fuerza y lo llevó hasta el mundo de la inconsciencia.


Tinieblas

El rítmico pitido del monitor cardíaco acompañaba al vaivén del respirador automático que le ayudaba  a llenar sus pulmones de aire. En las tinieblas de su inconsciencia, a veces Nathaniel escuchaba voces del exterior. No sabía si todas eran reales, o producto de su imaginación, ya que en el  mundo en el que se encontraba apenas había diferencia entre la realidad o la ficción.

- Quiero que encuentren a los culpables de inmediato. Espero que movilicen a las fuerzas que hagan falta para saber quién es el responsable de esto - decía una voz, fuerte y autoritaria, mientras el muchacho sentía una ligera presión en la mano izquierda. Era un roce suave y le acariciaba con dulzura - Quiero saber por qué alguien pudo entrar en ese lugar y desaparecer sin dejar rastro.

- Por supuesto, señor Schneider - respondió otra, que parecía avergonzada - Mi equipo y yo nos encargaremos de todo pero... parece que no encontramos nada. Si... no le hubiera ocurrido esto a su hijo, habrían pasado semanas hasta darnos cuenta de que alguien entró en el instituto. No entiendo cómo alguien puede entrar en un lugar así tan fácilmente sin dejar rastro. ¿Qué... qué han dicho los médicos?

Parecía como si la pregunta hubiera sido el cuchillo que penetrara en la carne de un moribundo, porque el silencio se asentó en la habitación. Nuevamente, el rítmico pitido del monitor lo inundó todo, hasta que pasados unos segundos, la pregunta obtuvo respuesta.

- Lesión irreversible en la médula espinal - dijo otra voz cargada de dolor mientras la presión en su mano izquierda se acentuaba  - dicen que esperan que el cerebro no haya quedado dañado, pero que cuando recupere la consciencia no podrá volver a andar.


No estás solo

El tiempo pasó, pero para Nathaniel aquel día había sentado un punto de inflexión en su vida. Tras su salida del hospital, tuvo que afrontar un largo período de adaptación durante el cual aprendió a moverse con la silla de ruedas que le acompañaría toda su vida. Se recuperó de sus heridas físicas, pero los que le conocían bien, tanto su familia como Dolores, sabían que aquel joven lleno de vida que entró de urgencia en el hospital no era el mismo que había salido de él. Nathaniel se volvió más silencioso y taciturno. Ya no gustaba de quedarse hasta tarde en los jardines del instituto con Dolores, bromeando y soñando con los ojos abiertos. Ahora apenas salía de su habitación, y cuando acudía a clase, de inmediato volvía a ella sólo para salir a cenar. O a veces ni siquiera eso. Se volvió mucho más pálido y delgado, y su humor se volvió más desagradable.

Se había convertido en un fantasma que recorría los largos pasillos en silencio, mirando al infinito y fingiendo no ver las miradas de lástima que le profesaban tutores y alumnos.

Una mañana se despertó de repente, y se encontró con que había una presencia en su habitación, sentada a su lado. Lejos de asustarse, ni siquiera se inmutó, y lentamente acercó la mano hacia el interruptor de la luz. ¿Qué más podían hacerle? ¿Qué más podían quitarle?

Pero el rostro que encontró al desaparecer la oscuridad no era otro que el de Dolores. Le miraba con expresión risueña, como la de un niño la mañana de Navidad. Tenía el pelo recogido en una coleta y parecía algo cansada.

- Menuda cara - dijo, con una sonrisa - Para ser el único chico del instituto que se ha despertado junto a una chica en su cama, no pareces feliz.

- ¿Qué quieres, Dolores? - respondió Nathaniel, hosco. No sólo no estaba de humor por las mañanas, sino que no le había hecho ninguna gracia que la muchacha entrara en su habitación sin permiso.

- Anda, no seas borde y acompáñame - dijo ella, dirigiéndose hacia su batín de seda que reposaba sobre la silla de ruedas, junto a la cama - tengo algo que enseñarte.

No valieron de nada las excusas ni las amenazas. Dolores estaba más que acostumbrada al mal comportamiento que había tenido Nathaniel con ella desde el día del asalto, pero su amistad iba más allá de todo aquello. Llevaba unos días sin apenas verla, oculta y misteriosa, pero el joven lo aludió a que intentaba evitarlo, como todos los demás.

Lo llevó hasta los nuevos laboratorios de ensayo, que se habían convertido en una auténtica fortaleza tras desmontar los antiguos y habilitar las nuevas instalaciones. La dirección del Instituto consideraba que el hecho de que la policía no hubiera encontrado a los responsables del allanamiento era a causa de que la seguridad no era suficiente. Los nuevos laboratorios incluso contaban con personal de vigilancia que patrullaba los alrededores las 24 horas del día, por no hablar de sensores de movimiento y videocámaras de circuito cerrado.

- Cierra los ojos - dijo ella cuando llegaron frente a la puerta de su laboratorio - Quiero que sea una sorpresa.

No quería discutir, así que Nathaniel aceptó. Y, aunque no quería reconocerlo, tenía curiosidad por saber lo que Dolores quería enseñarle. El hecho de que la muchacha quisiera compartir con él un proyecto secreto era algo que animaba el corazón apagado del joven.  Tras introducir la clave de seguridad y usar la tarjeta de identificación, entraron en el habitáculo. La temperatura era baja, quizás unos pocos grados por debajo de la media, y olía a combustible y polvo de soldadura.

- No soy muy de ceremonias, ni se me da bien preparar discursos... así que, ya puedes abrirlos - dijo, tras unos segundos de silencio mientras Nathaniel escuchaba cómo ella destapaba algo frente a él.

Lentamente, abrió los ojos. Lo primero que distinguió fue la iluminación artificial de los laboratorios. Ese blanco que hacía que todo pareciera más brillante lo llenaba todo, y poco a poco tuvo que hacerse al resplandor. Luego percibió algo frente a él, sobre una pequeña peana. Era estilizado, como dos extremidades que hubieran perdido a su antiguo portador.

- No están terminadas - dijo Dolores, ansiosa e inquieta como una colegiala - y... en cierto modo, debo decir que necesito tu ayuda. Hay problemas con los estabilizadores y un montón de detalles que debo pulir. Pero el conjunto está ya en marcha, ¡y espero que sean funcionales!

Entonces se percató de qué estaba mirando. Eran unas piernas. Un par de piernas metálicas y complejas, diseñadas como una prótesis en la que introducir sus lastimadas extremidades. Disponía de un sistema acoplado a su columna vertebral que requeriría  ayuda  médica, pero en conjunto era una auténtica maravilla. En eso había estado trabajando Dolores.

- Es... es... increíble - dijo él, con los ojos empapados en lágrimas - ¿Por... por...?

- Anda tonto - respondió ella, cortándole - No llores que me vas a hacer a mí también llorar. He hecho esto porque quiero, y porque te lo mereces. No has sido el mismo desde aquel día, y era para demostrarte que no estás sólo. Nunca has estado sólo, Nate.


Más allá

El regalo de Dolores tuvo un efecto reparador en Nathaniel. No sólo recuperó el entusiasmo y las ganas de vivir, sino que se involucró personalmente en el proyecto. Con sus dos mentes trabajando juntas, desarrollaron un sistema de prótesis cibernéticas que permitirían al joven no sólo caminar, sino correr e incluso realizar grandes proezas físicas. El proyecto llamó la atención del instituto y, a su vez, del gobierno, que vio en aquellos dos jóvenes un poderoso imán que atraería las miradas del mundo entero. Destinó una considerable suma económica para que desarrollaran el sistema más rápidamente, y con ello los recursos de la joven pareja de investigadores se multiplicaron exponencialmente.

Terminados sus estudios superiores, y con la ayuda de una beca que les permitiría volcarse en el proyecto sin preocuparse de pagar las facturas, Dolores y Nathaniel disfrutaban del sueño de todo científico.

- Estarás bromeando, Nate - dijo Dolores, tumbada en la hierba mientras observaba las nubes pasar sobre ellos. Habían decidido ir a dar un paseo por los jardines del laboratorio donde trabajaban mientras se terminaban de realizar unos complicados cálculos en el ordenador, y Nathaniel intentaba convencerla de una nueva idea.

- Claro que no boba - respondió él - las piernas son casi operativas, y disponemos de capital para desarrollar el esqueleto completo. ¿No te lo imaginas? ¡Un esqueleto completo que permitiera a los tetrapléjicos andar, relacionarse y llevar una vida!

- Pero resultaría muy caro, Nate. No creo que nadie pudiera permitirse esto - dijo, levantándose y mirándole a la cara - Desarrollé esas piernas para ti. Mucho antes de que el gobierno nos diera todo ese dinero para terminarlo y presentarlo al mundo. ¿Crees en serio que la gente de la calle podría pagar los miles de euros que costaría?

No obtuvo respuesta.  Nathaniel, sentado en la silla de ruedas, observaba el mundo tras unas pequeñas gafas de fina montura. Ya no era aquel joven imberbe y desaliñado. Ahora sus ojos azules se habían vuelto más oscuros, y su pelo estaba largo y del color de la paja. Pero la expresión de su rostro, aquella con la que había desafiado al director del Instituto Elcano, seguía allí.

- Lo que tengo miedo es que vayan más allá y que lo utilicen con otros fines. Sabes tan bien como yo que desarrollar un esqueleto como ese podría usarse como un arma... y no soportaría ver cómo otro inocente vuelve a salir herido... - dijo, y entonces se dio cuenta de dónde se estaba metiendo. Miró alarmada a Nathaniel, pero no encontró hostilidad en su rostro. Sólo una limpia y amable sonrisa.

- No te preocupes - dijo, tranquilizándola - No permitiremos que esto caiga en malas manos. Mira, hagamos una cosa. Tengamos preparadas las prótesis para las piernas y desarrollamos paralelamente el esqueleto completo. Si cuando todo acabe, vemos que es mejor que se quede como una anécdota, sólo les enseñaremos a esos tipos el primer dispositivo.

- Trato hecho - respondió ella.



Inviable

- ¡Pero qué hijos de puta!

El grito resonó en todo el laboratorio, de tal manera que los asistentes que caminaban por el pasillo no tuvieron por menos que mirar hacia el interior, perplejos. Nathaniel estaba en su silla, como siempre, y parecía furioso. Dolores, como siempre a su lado, le miraba consternada, mientras  sujetaba un papel en la mano.

- ¿Inviable? ¿Dicen que es inviable? ¡Y nos cortan el grifo! - dijo él. Estaba furioso, y eso se notaba en los aspavientos que realizaba con las manos. Se impulsó hacia la mesa y miró el monitor que tenía ante él. En la pantalla bailaban códigos de programación. Sin miramientos, Nathaniel cogió la pantalla y la lanzó contra el suelo, provocando un estruendo.

El gobierno alemán, tras una serie de obligados recortes económicos debido a una mala administración, se vio en la necesidad de cancelar la beca que alimentaba el proyecto de la joven pareja. El dispositivo, decían, era increíble, pero sería demasiado costoso que la sanidad pública pudiera costeárselo. Así que, vista la situación, no tenían más remedio que desearles mucha suerte y gracias por su tiempo.

Estaban demasiado cerca como para dejarlo tirado, así que Nathaniel hizo algo que pensó que nunca haría: recurrir a sus padres. El señor Schneider era accionista de varias grandes empresas en Europa, así que cuando su hijo le propuso invertir en su proyecto, no tuvo que hacerse mucho de rogar. Conocía el potencial de Nate y eso bastaba. Además, se sentía responsable de la discapacidad de su hijo; según decía, si no lo hubiera enviado a Achenbach, ahora seguiría caminando.

En poco tiempo, y gracias a la ayuda de un prestigioso neurobiólogo norteamericano que ofreció sus conocimientos para la conexión de la médula espinal, adaptándola a la interfaz física, Dolores y Nathaniel culminaron el proyecto. Tuvo una increíble repercusión en la comunidad científica, y cientos de empresas se dieron  casi literalmente de bofetadas para contratarles. Su proyecto, con inversión pública y privada (cuando sacaron a la luz el dispositivo, el gobierno alemán insistió en que debido a que la inyección económica inicial fue suya, debía de hacerse cierta mención), les puso en la primera plana de las más prestigiosas publicaciones científicas, médicas y de ingeniería.

Entonces llegaron las ofertas que tanto habían temido. Gobiernos de Oriente Medio querían contratar sus servicios para desarrollar sistemas avanzados de armamento, dispositivos nucleares en miniatura y cosas así. Incluso algún representante no oficial de algunos países europeos les hicieron ofertas suculentas para participar en sus proyectos militares. Pero ambos jóvenes habían tenido siempre las cosas muy claras, sobre todo tras el atentado de Nathaniel. Nadie usaría sus descubrimientos para hacer daño a gente inocente.


Sólo si tú me ayudas

Mientras la comunidad intelectual todavía se tambaleaba por las piernas cibernéticas de Nathaniel, Dolores y él estaban terminando de dar los últimos coletazos a su exoesqueleto cibernético.

Lo que en principio empezó como un desafío, empezó a tomar un cariz distinto cuando veían las noticias en la televisión. El mundo era un lugar violento y cruel, y siempre los más fuertes eran los que tenían el poder. Como cuando Nathaniel fue atacado. Un simple matón truncó la vida de un prometedor joven, ¿cuántos casos como esos habría a diario? ¿Cuántos al año?

- Es increíble lo optimizado que tienes el conexionado, Dolores - dijo el muchacho, mientras observaba las pruebas de fuerza del exoesqueleto - Los gráficos se salen de la medición. Esto es mucha más fuerza de la que un ser humano podría ejercitar nunca.

- ¿Crees que me he pasado? - preguntó ella. Se había convertido en una jovencita preciosa, y a menudo Nate se burlaba de ella acerca de que moriría siendo una solterona por no salir más a menudo - No querría que nadie saliera herido por...

- ¿Por qué no? - le cortó él - No, no me malinterpretes. Quiero decir... imagina un policía. Está para proteger a la población, pero si un ladrón a la fuga le embiste con un coche... está muerto.

La joven se acercó a él y apoyó su frente en el pecho de él. Desde que Nathaniel utilizaba las prótesis cibernéticas,  era algo más alto, y parecía una especie de saltamontes de pelo rubio.

- Ya hemos hablado de eso, Nate. En cuanto enseñemos esto en la red, los gobiernos nos lo quitarán de la mano para hacer supersoldados... o cosas así.

- No... no hablo de eso - dijo él, sin dejar de mirar el exoesqueleto - Hablo de usarlo para proteger a la gente... alguien que detengan los atracos y esas cosas. Un héroe.

- ¿Me hablas de comics? - respondió Dolores, con una sonrisa en los labios. Pero cuando vio que su mejor amigo no cambiaba la expresión, obligó a mirarle a sus hermosos ojos marrones - Nate, ¿me estás diciendo que quieres usar el exoesqueleto para ser un superhéroe?

- Sólo si tú me ayudas -. Y con esas palabras, su mundo cambió para siempre.


Sudamérica

Las primeras experiencias del exoesqueleto fueron poco prometedoras. Aunque estaba diseñado para Nathaniel, ya que se conectaba a él a través de la interfaz biofísica de la médula espinal, éste no estaba acostumbrado a perseguir delincuentes ni enfrentarse a armas de fuego. De hecho, la primera vez que un par de ladrones a la fuga descargaron sus armas sobre él pasó un día entero metido en su habitación del susto. Necesitaba alguien que le enseñara, y sobre todo, necesitaban a alguien que les proporcionara lo que el dinero de la familia Schneider no podía ofrecer.

Esa ayuda vino en forma de una agradable visita de un joven trajeado que se presentó con una oferta que, citando textualmente, "les abriría las puertas a un nuevo mundo de posibilidades".

Al principio no se lo tomaron en serio, ya que pensaban que se trataba de otra oferta de un país dictatorial para su proyecto armamentístico. Pero luego les enseñaron imágenes del exoesqueleto en acción, de Nathaniel y de Dolores, y de cosas extremadamente secretas. ¿Cómo habían tenido acceso a esa información?

- No os estoy haciendo chantaje - dijo el joven, tranquilizándolos - Si rechazáis mi oferta, me iré por donde he venido y tan amigo. Os estoy ofreciendo la posibilidad de darle a vuestra criatura el empujoncito que necesita, y a cambio, os pido que os dejéis de delincuentes callejeros y os enfrentéis a enemigos de verdad. Gente que asesina poblados enteros sin despeinarse, gente que maneja los hilos y sale impune. La gente que merece que se ponga fin a sus actividades de una vez y para siempre. ¿Habéis estado alguna vez en Sudamérica?

jueves, 1 de marzo de 2012

Comunidad Umbría - François Rabel

Wraith, el Olvido, es una de las líneas de juegos de rol de la editorial White Wolf, inspirada en el mundo de los fantasmas y los espíritus. Esta historia está escrita para una partida de este tipo, localizada en la ciudad de Edimburgo.

Edimburgo es una ciudad hermosa para vivir, aunque reconozco que me cuesta enormemente acostumbrar al acento de los escoceses. Considerando que pedí toda esta zona de Reino Unido para mi Erasmus, debía de haberme asegurado de que no todas las islas hablaban el mismo tipo de inglés. Sólo espero que las clases no sean igual, porque si no voy a entender más bien poco.
Me llamo François Rabel, llevo un par de semanas en este lugar, y ya puedo decir que me encanta. Es un sitio tranquilo, cargado de aroma a antiguo. Incluso hay callejuelas que con pocos retoques valdrían perfectamente para ambientar una película medieval. No es como París, tan ruidoso y escandaloso. Todavía escucho a mi madre repitiendo una y otra vez "Ten cuidado, François, que los ingleses no son como nosotros. Son más estirados. ¡Y esas ciudades son auténticos agujeros!" Para ser hija de inmigrantes españoles, es muy poco tolerante con los extranjeros, pero ¿qué le vamos a hacer?
Estudio Interpretación y Teatro en la Sorbonne Nouvelle, allí en París, pero decidí optar a la beca Erasmus y marcharme durante un año a otro sitio de Europa. Necesitaba cambiar de aires. Mi novia me acababa de dejar por vete-tú-a-saber-qué y tenía el ánimo por los suelos, así que un amigo me aconsejó que viajara, que conociera sitios nuevos. Bueno, sus palabras exactas fueron algo así como "lárgate y fóllate todo lo que se mueva".
Así que pensé que pasar un año en tierras inglesas, donde la tradición interpretativa ha dado a increíblemente buenos actores de teatro, sería la mejor opción. ¿Edimburgo? Bueno, no era mi primera elección, pero al menos no me paso el día escuchando a turistas diciendo "oh, Paris es TAN romántica".
Aún tengo un mes hasta que comiencen las clases, así que he aprovechado para hacer algo de turismo y conocer la ciudad con un grupo de estudiante franceses también de Erasmus. La mayoría han venido aquí a no hacer más que disfrutar y salir de fiesta, pero algunos se salvan. Como Chloé, por ejemplo. La verdad es que ahora mismo no estoy para meterme en una relación, pero me lo paso genial con ella. Es, ¿cómo decirlo? Lo que siempre he buscado en una chica, quizás. Es divertida, simpática, atractiva, y prepara unos bollos de rechupete. Y lo más importante, no se ríe de mí cuando le hablo de mis aspiraciones de futuro. Quiero ser actor, ¿y qué? No digo de convertirme en un Jean Gabin, o un Alain Delon, pero oye, es lo que me gusta.
No sé, quizás es lo que me hacía falta, ¿no? Conocer a alguien nuevo, en un sitio nuevo, y empezar de nuevo.
Sí... empezar de nuevo. ¿Quién sabe? Tengo todo el tiempo del mundo para volver a hacerlo si me equivoco...

martes, 17 de enero de 2012

Comunidad Umbría - Ron Malrten

Regreso con una historia corta de un investigador privado, algo caradura y mujeriego, en un proyecto de Space Opera que promete, y mucho.

El ambiente olía a una mezcla de sudor, feromonas y al polvo de cahx que se esnifaba en los rincones sin mucho recato. Casi podía cortarse la neblina con el filo de un cuchillo, pero cualquiera que se hubiera atrevido a sacar un arma en la Casa de la Bebida de Strain el Rojo para intentarlo, acabaría al fondo de un contenedor de basura con una buena paliza. Esas eran las normas de Strain, y todos los que habían tomado una copa allí alguna vez conocían sus reglas. En la Estación de Paso en la órbita de Valpurgis V todos sabían que aquel bar era un sitio tranquilo donde nadie se metía en los asuntos de los demás.

Por eso le gustaba beber allí.

Era un sitio tranquilo, donde podía encontrarse con sus informadores y posibles clientes sin que nadie le hiciera preguntas indiscretas, o para celebrar que había resuelto un caso con una botella de vino espeleano. Strain le trataba bien, y se aseguraba de que su mesa habitual siempre estuviera limpia y despejada cuando él le avisaba que iba a hacer una visita. Era lo más parecido que tenía a un amigo. Es lo malo de dedicarse a husmear en las vidas de los demás y sacar los trapos sucios, que terminas haciendo que la gente quiera partirte la cara.

Hasta el momento no le había ido mal. En cuanto tuvo la oportunidad de salir de la Tierra rumbo a las estrellas no se lo pensó dos veces. Y es que el hogar de los humanos cada vez apestaba más, y nuestro amigo habría apostado que al sol amarillo que iluminaba el planeta le quedaban dos primaveras. Ni de coña pensaba quedarse allí para ver cómo reventaba y reducía a polvo espacial la mitad del sistema.

Además, había heredado de su padre la tendencia a meterse en líos por culpa de las mujeres, y más de un tipo acaudalado le quería muerto por bucear entre las piernas de su mujer, así que todos salían ganando si el chico ponía tierra de por medio. Empezó trabajando limpiando suelos en algunas naves de carga, o cargando cajas por algo de dinero, que siempre acababa gastando en mujeres y alcohol. No era mala vida, porque aprendía de la vida en el espacio y además conocía gente. Gente que le habría puertas y le daba la oportunidad de meterse en más líos.

Cuando había pasado mucho tiempo desde que había dejado la Tierra, y cansado de contar los días para ver qué edad tenía, decidió utilizar esa mala costumbre que tenía para meter la nariz en asuntos ajenos para ganarse la vida. Y la verdad es que no le había ido mal. Como conocía a gente aquí y allá, y tenía mucha cara, había resuelto primero casos sencillos, para luego involucrarse en cosas más serias. Los asuntos de infidelidades y fingidos fallecimientos dieron paso a tramas burocráticas o duelos empresariales entre las sombras que le habían conseguido un buen pellizco que le serviría de colchón. A cambio, tenía una lista de sistemas solares que le volatilizarían de inmediato si asomaba la cara por ellos.

Así que, tras tomarse unas merecidas vacaciones en unas playas de arena azul en una luna dejada de la mano de los dioses, activó su receptor de mensajería y dejó que los pitidos comenzaran a acumularse. Cuatro llamadas no estaban mal para haber desaparecido un mes, así que los leyó cuidadosamente mientras fumaba un grueso puro tumbado en la cama. Le llamó la atención un sencillo encargo bien pagado, que le vendría genial para quitarse las telarañas. Además, se había encaprichado de un abrigo de piel sintética con refuerzo de poliblandiacero y le apetecía hacerse un regalo.

Por eso estaba sentado en su mesa habitual en la Casa de la Bebida de Strain, esperando al tipo que le introduciría de nuevo en el mercado. ¿Qué sería tan sencillo pero a la vez tan bien pagado?