lunes, 10 de agosto de 2020

Elegir un bando

 Cuando era más joven (aún menos que ahora), en la década de los 90, entre la juventud que me rodeaba había dos bandos bien diferenciados: Por un lado, estaban los fachas, a quienes sobre todo ubicaba en mi colegio (católico, apostólico y romano) aunque también había por mi barrio. Los fachas decían "viva España" y levantaban la mano cuando bailaban aquel "lo loló lo ló", no les gustaban mucho los inmigrantes y llevaban el pelo muy corto. También abundaban las banderas españolas en su indumentaria. Poco más.

En el otro bando, estaban los "anarcas". A estos los veía más por el barrio, por la sala de recreativos donde echaba las horas o comiendo pipas en el banco de enfrente. Solían ser gente sin una etiqueta definida que a mis ojos lo único que hacían era dibujar la A de "Anarkia".

Por supuesto, "los fachas" y "los anarcas" eran enemigos acérrimos. De vez en cuando había "tanganas" entre ellos en el parque del barrio, y siempre que había más de dos o tres juntos en un sitio se mascaba la tensión porque sabías que pronto "aparecerían los otros". No eran bandas, ni nada por el estilo. La gente decía que era anarca o facha dependiendo de si su ideología encajaba más con unos o con otros. Pero no era nada organizado. Era más bien la necesidad de sentirse parte de un grupo. Y a mí me daban miedo los dos de igual modo.

Me daban miedo porque no me sentía identificado con ninguno. Y me sentía culpable porque me daban a entender que o estaba con unos o con otros. No había término medio. No sabía qué estaba mal conmigo. Cada vez que me cogía uno y me preguntaba "¿tú qué eres?" me entraba la risa nerviosa.

Afortunadamente, la cosa se quedó ahí. Nunca me vi involucrado en ninguna pelea ni elegí bando, y el tiempo pasó. Pensé que eso había quedado atrás. Que eran cosas de chavales de barrio con demasiado tiempo libre. Más de veinte años después, me doy cuenta de que nada ha cambiado. No hay más que dar una vuelta por las redes sociales para darte cuenta de que siguen ahí. Con otros nombres, otros trasfondos, pero siguen siendo ellos. Los que te obligan a elegir bando. Los que necesitan saber si eres de izquierda o de derechas para poder etiquetar: "conmigo" o "contra mí".

No hay opción a que tengas tu propia mentalidad, tus propias ideas. Que puede que tengas ideas de "un bando" y otras "del otro". Porque la gente no estamos hechos para encajar. Y como he dicho muchas veces, quien acepta sin rechistar los dogmas de una ideología son sectarios.

¿Pero sabéis qué? No me importa. La ideología no es algo que marque mi vida. El amor, la alegría, la esperanza, esas sí son cosas que marcan mi vida. Despertarme cada mañana junto a quien amo y hacer que su risa sea la Banda Sonora de nuestro matrimonio. Ese es el lado que elijo. El mío. El nuestro. Y no necesito más aliados, sólo gente que me respete y me quiera. Gente que me apoye cuando requiera un hombro para continuar. Gente a quien ayudaré cuando lo requiera. 

Ese es mi bando.