domingo, 29 de abril de 2012

Comunidad Umbría - Nathaniel Schneider


Aquí os dejo, tras unos cuantos meses de inactividad, mi última creación. Es una historia para una partida de mutantes en la que pretendo interpretar a un piloto de Armadura de Combate. El juego de Rol es Mutants & Masterminds, un juego que engloba con facilidad los universos de Marvel y DC. Espero que disfrutéis.


Elcano

La "Serenata Nº 6 en D Mayor para Orquesta" resonaba por los pasillos acompañada por el rítmico golpeteo del calzado sobre la madera del suelo. Esa madera había sido pisada por grandes personajes de la cultura española, pero en aquellos momentos sólo era un muchacho de apenas unos cuatro años el que caminaba acompañado de un asistente, camino al despacho del director.

- ... comportamiento es más que reprochable para nuestra institución, señor Schneider. Sepa usted que el Instituto de Enseñanza Superior Elcano siempre se ha regido por unas normas y su hijo mantiene una actitud que contagia a sus compañeros. Una actitud que no podemos permitir - decía un hombre, ya entrado en años, que hablaba desde detrás de un antiguo escritorio. En cuando el asistente entró en el despacho acompañado del muchacho, se giró a ambos y su expresión pareció cambiar de repente - Veo que el joven Nathaniel ya ha venido. Por favor muchacho, puedes sentarte con tus padres. Creo que tienen que hablar contigo.

El joven parecía una pequeña rata, con el pelo rubio rebelde, que a veces caía sobre sus ojos, de un azul claro que dejaban clara su ascendencia alemana. Era delgado y pálido, pero tenía una sonrisa pícara que daba a entender que bajo aquella apariencia frágil se escondía una mente despierta. Su padre, Dieter Schneider, era hijo de padres alemanes pero había sido criado en España, donde había conocido a su mujer, María. Ambos contrastaban como el aceite y el agua; donde él era alto, rubio y fornido, ella era pequeña y morena, con una cara redonda y entrañable que recordaba los hermosos paisajes castellanos.

- Dime, Nathaniel - dijo Dieter, mirando a su hijo con una sonrisa en los labios - el director Marín dice que te distraes en clase y que eres maleducado con tus profesores. ¿Es eso cierto?

En su tono no había agresividad ni autoritarismo, pero la postura que adoptó el muchacho parecía denotar que sabía a lo que se atenía si no se comportaba debidamente con su progenitor.

- Me aburro, papá. Todo lo que me enseñan ya lo sé - dijo, para luego mirar con el ceño fruncido al director Marín, que observaba todo desde detrás de su mesa - ¡y no me porto mal con los profesores! Es sólo que a veces se equivocan y yo les enseño lo que está mal.

- ¡Esto es intolerable! - respondió Marín - ¿Cómo vas a saber tú más que profesores de la talla del doctor Alberti, que tiene varios Masters en...?

Su discurso fue interrumpido por un ademán de Dieter, que hizo que ambos, hijo y director, quedaran fijos en sus ojos azul cielo. Pareciera como si aquel hombre hubiera nacido con un magnetismo personal único, más propio de líderes militares medievales que de un hombre de negocios europeo. Su mujer, sin embargo, miraba todo con ojos cariñosos, observando cada movimiento de Nathaniel como si en cualquier momento fuera a caer y romperse.

- Creo que ya he oído suficiente. Nathaniel, ve a recoger tus cosas. Señor Marín, vamos a llevarnos a nuestro hijo del Instituto Elcano - dijo, y esperó unos segundos para que la noticia hiciera efecto. Justo cuando parecía que el director iba a objetar algo, continuó hablando - Pensábamos que este sitio era ideal para alguien cono Nate, pero está claro que no están a su nivel. Creo que haré caso a mi difunto padre, y me encargaré de que se crie en Alemania. Hay un colegio ideal para chicos como él.


Achenbach

- No me malinterpretes - respondió el joven, mientras caminaba por los amplios pasillos decorados por inmensos ventanales que miraban al valle - Es solo que no esperaba encontrarme aquí a una chica, y menos española. Pensaba que todos los que estábamos aquí éramos chicos. Yo también nací en España, aunque mi abuelo era alemán.

Se acababan de conocer y ya habían hecho buenas migas, lo que les causó más de un rumor entre el resto de estudiantes. Pero en el Instituto Achenbach, en pleno corazón de Alemania, no había lugar para rumores, distracciones ni juegos. Era un colegio privado para alumnos de alto cociente intelectual, donde la flor y nata del universo intelectual crecía rodeada de verdes valles y de unas instalaciones que haría enrojecer a muchas grandes universidades. Vagabundeando por los pasillos y grandes pabellones, un joven Nathaniel Schneider había confundido a una joven de rasgos dulces por una chica de la limpieza, y se había ganado un bofetón a cambio. Se llamaba Dolores.

Durante mucho tiempo fueron inseparables, y disfrutaron de aquella época de la vida en la que un chico y una chica podían ser amigos sin que surgiera entre ellos nada más que una hermosa y fuerte amistad. Él tenía gran interés por la robótica y la inteligencia artificial, que ya empezaban a cobrar fuerza en aquellos años; ella se decantó por los sistemas de computación y por el diseño de interfaces. Juntos, decían entre los profesores, darían la vuelta al mundo de la informática si se lo proponían.


La Oscuridad Inexorable

Sería su mayor obra. Nathaniel había diseñado un sistema que le permitiría generar energía suficiente para abastecer de electricidad a todos los pueblos del valle con el equivalente a un vaso de agua. Estaba tan contento de sí mismo que no dejaba de hablarle a todo el mundo de su proyecto.

- Deberías tener cuidado - le aconsejaba Dolores, que ya se había convertido en su mejor amiga - Aquí la gente es muy competitiva, e ir fanfarroneando por ahí de tu proyecto no te va a ayudar a hacer amigos.

- No necesito más amigos que tú, Dolores - respondió Nathaniel, mientras se balanceaba sobre la silla del comedor. Habían decidido hacer una pausa de sus respectivos proyectos para charlar y comer algo. Llevaban varios años juntos, y la adolescencia había caído de lleno en el Instituto Achenbach. Los jóvenes que se burlaban de Dolores por ser de las pocas chicas que estudiaban allí, ahora la miraban con ojos lujuriosos y cargados de deseo. Sin embargo, Nathaniel seguía comportándose con ella como el primer día, lo que la muchacha agradecía - Cuando presente mi dispositivo en la ceremonia, te presentaré a mis padres. Hace tiempo que no los veo, y seguro que estarán contentos de saber que al menos hay alguien a quien no detesto.

Aquella noche, mientras Nathaniel dormía en su habitación, algo le hizo despertarse de improviso. En aquel momento lo aludió a que no podía dejar para el día siguiente una calibración del sistema de cálculos de su dispositivo, pero años después, cuando recuerda aquella noche, siempre dice que algo en su interior le avisó de lo que estaba a punto de suceder. Tenía autorización para trabajar durante la noche en su proyecto, por lo que cogió su tarjeta de identificación y cruzó el pasillo en dirección a los laboratorios. Allí, en una habitación numerada con el número 13 (Nathaniel siempre se había burlado de las supersticiones), esperaba, protegido tras una puerta con una contraseña hexadecimal de 64 bits, el proyecto que le lanzaría a la portada de las revistas científicas más prestigiosas.

El problema era que la puerta estaba abierta.

¿Cómo era posible? Era extremadamente cuidadoso en cuanto a la seguridad se refería. Comprobaba dos veces que la puerta estuviera bien cerrada y se aseguraba de que la tarjeta de identificación nunca saliera de su bolsillo o de su habitación. ¿Entonces, cómo habían podido abrirla? Cuando alcanzó la puerta, se quedó boquiabierto. Habían utilizado un soplete para forzar la puerta.

- ¿Un soplete? - dijo, entrando en su laboratorio a voz en grito - ¿Te atreves a forzar la cerradura con un puñetero soplete? ¿No sabes con el proyecto de quién estás tonteando? ¡En cuanto te ponga las manos encima, estúpido...!

Esperaba encontrarse con un estudiante intentando copiarle la idea, o quizás un par de alumnos de años anteriores queriendo sabotearle. Pero el hombre que le cortó el paso era grande, anormalmente grande, y tenía una mirada fría como el hielo. Con un simple golpe en el pecho, tiró a Nathaniel al suelo y luego lo miró con una amplia sonrisa.

- ¿Qué vas a hacer, niñato? - dijo, con una voz cargada de acento de la Europa del Este - Así que tú eres el cerebrito que ha inventado esto, ¿eh? Es muy inteligente... pero hay gente a la que no le gustan estas ideas... así que mejor vamos a evitar que vuelvas a construirlo.

Entonces lo oyó. Alguien estaba detrás del gigante y parecía que tuviera en sus manos una espada, o quizás sólo fue su imaginación. La oscuridad no le permitía ver más allá. Pero sí pudo distinguir el objeto frente al que se encontraba el desconocido: su dispositivo. Estaba desmontado, casi pieza a pieza, de una forma brutal. Se habían ensañado con él y sus apuntes estaban siendo amontonados en una maleta.

- ¡Eh! - gritó, con el puño cerrado - ¡Esos son mis apuntes! ¡Apártate de ellos o si no...!

Una patada en el estómago hizo que sus amenazas quedaran en nada, y el joven Nathaniel se quedó hecho un ovillo, encogido de dolor. Sólo pudo ver el par de pies que se marchaban del  laboratorio a paso rápido, mientras él gimoteaba a causa del ardor que le subía por el pecho.

Quizás fueron segundos, o quizás horas, pero en cuanto se recuperó, lo primero que hizo fue salir tras los saboteadores. Ya no le importaba su proyecto, podría fabricarlo de nuevo si se lo proponía. Pero no, aquellos tipos habían tenido la osadía de atacarle, y lo iban a pagar caro. Su sangre juvenil le recorría el cuerpo, y portando una barra de hierro forjado en la mano del laboratorio de metalúrgica, salió por el pasillo en dirección a donde escuchaba unas ligeras voces. Allí estaban, a punto de salir por la ventana sin que nadie se hubiera percatado de su presencia. El tipo que se había encargado de robarle los documentos no estaba, pero el gigante aún se encontraba con un pie en el alféizar dispuesto a saltar al jardín.

- ¡Cabrones! - gritó con todas sus fuerzas mientras corría hacia el hombretón, dispuesto a golpearle con la barra de hierro.
Pero el golpe nunca llegó. Casi como si espantara una mosca, el tipo le abofeteó con el dorso de la mano, haciendo que la visión se le llenara de pequeños chisporroteos seguidos de un silbido en el oído izquierdo. Luego sintió cómo le agarraba de la chaqueta del pijama de seda, y después la sensación de ingravidez. Vio el cielo estrellado girando frente a sus ojos y luego el impacto. Un dolor indescriptible le recorrió todo el cuerpo desde la cintura hasta la nuca, y se dispuso a  gritar. Pero antes de hacerlo, una oscuridad inexorable le abrazó con fuerza y lo llevó hasta el mundo de la inconsciencia.


Tinieblas

El rítmico pitido del monitor cardíaco acompañaba al vaivén del respirador automático que le ayudaba  a llenar sus pulmones de aire. En las tinieblas de su inconsciencia, a veces Nathaniel escuchaba voces del exterior. No sabía si todas eran reales, o producto de su imaginación, ya que en el  mundo en el que se encontraba apenas había diferencia entre la realidad o la ficción.

- Quiero que encuentren a los culpables de inmediato. Espero que movilicen a las fuerzas que hagan falta para saber quién es el responsable de esto - decía una voz, fuerte y autoritaria, mientras el muchacho sentía una ligera presión en la mano izquierda. Era un roce suave y le acariciaba con dulzura - Quiero saber por qué alguien pudo entrar en ese lugar y desaparecer sin dejar rastro.

- Por supuesto, señor Schneider - respondió otra, que parecía avergonzada - Mi equipo y yo nos encargaremos de todo pero... parece que no encontramos nada. Si... no le hubiera ocurrido esto a su hijo, habrían pasado semanas hasta darnos cuenta de que alguien entró en el instituto. No entiendo cómo alguien puede entrar en un lugar así tan fácilmente sin dejar rastro. ¿Qué... qué han dicho los médicos?

Parecía como si la pregunta hubiera sido el cuchillo que penetrara en la carne de un moribundo, porque el silencio se asentó en la habitación. Nuevamente, el rítmico pitido del monitor lo inundó todo, hasta que pasados unos segundos, la pregunta obtuvo respuesta.

- Lesión irreversible en la médula espinal - dijo otra voz cargada de dolor mientras la presión en su mano izquierda se acentuaba  - dicen que esperan que el cerebro no haya quedado dañado, pero que cuando recupere la consciencia no podrá volver a andar.


No estás solo

El tiempo pasó, pero para Nathaniel aquel día había sentado un punto de inflexión en su vida. Tras su salida del hospital, tuvo que afrontar un largo período de adaptación durante el cual aprendió a moverse con la silla de ruedas que le acompañaría toda su vida. Se recuperó de sus heridas físicas, pero los que le conocían bien, tanto su familia como Dolores, sabían que aquel joven lleno de vida que entró de urgencia en el hospital no era el mismo que había salido de él. Nathaniel se volvió más silencioso y taciturno. Ya no gustaba de quedarse hasta tarde en los jardines del instituto con Dolores, bromeando y soñando con los ojos abiertos. Ahora apenas salía de su habitación, y cuando acudía a clase, de inmediato volvía a ella sólo para salir a cenar. O a veces ni siquiera eso. Se volvió mucho más pálido y delgado, y su humor se volvió más desagradable.

Se había convertido en un fantasma que recorría los largos pasillos en silencio, mirando al infinito y fingiendo no ver las miradas de lástima que le profesaban tutores y alumnos.

Una mañana se despertó de repente, y se encontró con que había una presencia en su habitación, sentada a su lado. Lejos de asustarse, ni siquiera se inmutó, y lentamente acercó la mano hacia el interruptor de la luz. ¿Qué más podían hacerle? ¿Qué más podían quitarle?

Pero el rostro que encontró al desaparecer la oscuridad no era otro que el de Dolores. Le miraba con expresión risueña, como la de un niño la mañana de Navidad. Tenía el pelo recogido en una coleta y parecía algo cansada.

- Menuda cara - dijo, con una sonrisa - Para ser el único chico del instituto que se ha despertado junto a una chica en su cama, no pareces feliz.

- ¿Qué quieres, Dolores? - respondió Nathaniel, hosco. No sólo no estaba de humor por las mañanas, sino que no le había hecho ninguna gracia que la muchacha entrara en su habitación sin permiso.

- Anda, no seas borde y acompáñame - dijo ella, dirigiéndose hacia su batín de seda que reposaba sobre la silla de ruedas, junto a la cama - tengo algo que enseñarte.

No valieron de nada las excusas ni las amenazas. Dolores estaba más que acostumbrada al mal comportamiento que había tenido Nathaniel con ella desde el día del asalto, pero su amistad iba más allá de todo aquello. Llevaba unos días sin apenas verla, oculta y misteriosa, pero el joven lo aludió a que intentaba evitarlo, como todos los demás.

Lo llevó hasta los nuevos laboratorios de ensayo, que se habían convertido en una auténtica fortaleza tras desmontar los antiguos y habilitar las nuevas instalaciones. La dirección del Instituto consideraba que el hecho de que la policía no hubiera encontrado a los responsables del allanamiento era a causa de que la seguridad no era suficiente. Los nuevos laboratorios incluso contaban con personal de vigilancia que patrullaba los alrededores las 24 horas del día, por no hablar de sensores de movimiento y videocámaras de circuito cerrado.

- Cierra los ojos - dijo ella cuando llegaron frente a la puerta de su laboratorio - Quiero que sea una sorpresa.

No quería discutir, así que Nathaniel aceptó. Y, aunque no quería reconocerlo, tenía curiosidad por saber lo que Dolores quería enseñarle. El hecho de que la muchacha quisiera compartir con él un proyecto secreto era algo que animaba el corazón apagado del joven.  Tras introducir la clave de seguridad y usar la tarjeta de identificación, entraron en el habitáculo. La temperatura era baja, quizás unos pocos grados por debajo de la media, y olía a combustible y polvo de soldadura.

- No soy muy de ceremonias, ni se me da bien preparar discursos... así que, ya puedes abrirlos - dijo, tras unos segundos de silencio mientras Nathaniel escuchaba cómo ella destapaba algo frente a él.

Lentamente, abrió los ojos. Lo primero que distinguió fue la iluminación artificial de los laboratorios. Ese blanco que hacía que todo pareciera más brillante lo llenaba todo, y poco a poco tuvo que hacerse al resplandor. Luego percibió algo frente a él, sobre una pequeña peana. Era estilizado, como dos extremidades que hubieran perdido a su antiguo portador.

- No están terminadas - dijo Dolores, ansiosa e inquieta como una colegiala - y... en cierto modo, debo decir que necesito tu ayuda. Hay problemas con los estabilizadores y un montón de detalles que debo pulir. Pero el conjunto está ya en marcha, ¡y espero que sean funcionales!

Entonces se percató de qué estaba mirando. Eran unas piernas. Un par de piernas metálicas y complejas, diseñadas como una prótesis en la que introducir sus lastimadas extremidades. Disponía de un sistema acoplado a su columna vertebral que requeriría  ayuda  médica, pero en conjunto era una auténtica maravilla. En eso había estado trabajando Dolores.

- Es... es... increíble - dijo él, con los ojos empapados en lágrimas - ¿Por... por...?

- Anda tonto - respondió ella, cortándole - No llores que me vas a hacer a mí también llorar. He hecho esto porque quiero, y porque te lo mereces. No has sido el mismo desde aquel día, y era para demostrarte que no estás sólo. Nunca has estado sólo, Nate.


Más allá

El regalo de Dolores tuvo un efecto reparador en Nathaniel. No sólo recuperó el entusiasmo y las ganas de vivir, sino que se involucró personalmente en el proyecto. Con sus dos mentes trabajando juntas, desarrollaron un sistema de prótesis cibernéticas que permitirían al joven no sólo caminar, sino correr e incluso realizar grandes proezas físicas. El proyecto llamó la atención del instituto y, a su vez, del gobierno, que vio en aquellos dos jóvenes un poderoso imán que atraería las miradas del mundo entero. Destinó una considerable suma económica para que desarrollaran el sistema más rápidamente, y con ello los recursos de la joven pareja de investigadores se multiplicaron exponencialmente.

Terminados sus estudios superiores, y con la ayuda de una beca que les permitiría volcarse en el proyecto sin preocuparse de pagar las facturas, Dolores y Nathaniel disfrutaban del sueño de todo científico.

- Estarás bromeando, Nate - dijo Dolores, tumbada en la hierba mientras observaba las nubes pasar sobre ellos. Habían decidido ir a dar un paseo por los jardines del laboratorio donde trabajaban mientras se terminaban de realizar unos complicados cálculos en el ordenador, y Nathaniel intentaba convencerla de una nueva idea.

- Claro que no boba - respondió él - las piernas son casi operativas, y disponemos de capital para desarrollar el esqueleto completo. ¿No te lo imaginas? ¡Un esqueleto completo que permitiera a los tetrapléjicos andar, relacionarse y llevar una vida!

- Pero resultaría muy caro, Nate. No creo que nadie pudiera permitirse esto - dijo, levantándose y mirándole a la cara - Desarrollé esas piernas para ti. Mucho antes de que el gobierno nos diera todo ese dinero para terminarlo y presentarlo al mundo. ¿Crees en serio que la gente de la calle podría pagar los miles de euros que costaría?

No obtuvo respuesta.  Nathaniel, sentado en la silla de ruedas, observaba el mundo tras unas pequeñas gafas de fina montura. Ya no era aquel joven imberbe y desaliñado. Ahora sus ojos azules se habían vuelto más oscuros, y su pelo estaba largo y del color de la paja. Pero la expresión de su rostro, aquella con la que había desafiado al director del Instituto Elcano, seguía allí.

- Lo que tengo miedo es que vayan más allá y que lo utilicen con otros fines. Sabes tan bien como yo que desarrollar un esqueleto como ese podría usarse como un arma... y no soportaría ver cómo otro inocente vuelve a salir herido... - dijo, y entonces se dio cuenta de dónde se estaba metiendo. Miró alarmada a Nathaniel, pero no encontró hostilidad en su rostro. Sólo una limpia y amable sonrisa.

- No te preocupes - dijo, tranquilizándola - No permitiremos que esto caiga en malas manos. Mira, hagamos una cosa. Tengamos preparadas las prótesis para las piernas y desarrollamos paralelamente el esqueleto completo. Si cuando todo acabe, vemos que es mejor que se quede como una anécdota, sólo les enseñaremos a esos tipos el primer dispositivo.

- Trato hecho - respondió ella.



Inviable

- ¡Pero qué hijos de puta!

El grito resonó en todo el laboratorio, de tal manera que los asistentes que caminaban por el pasillo no tuvieron por menos que mirar hacia el interior, perplejos. Nathaniel estaba en su silla, como siempre, y parecía furioso. Dolores, como siempre a su lado, le miraba consternada, mientras  sujetaba un papel en la mano.

- ¿Inviable? ¿Dicen que es inviable? ¡Y nos cortan el grifo! - dijo él. Estaba furioso, y eso se notaba en los aspavientos que realizaba con las manos. Se impulsó hacia la mesa y miró el monitor que tenía ante él. En la pantalla bailaban códigos de programación. Sin miramientos, Nathaniel cogió la pantalla y la lanzó contra el suelo, provocando un estruendo.

El gobierno alemán, tras una serie de obligados recortes económicos debido a una mala administración, se vio en la necesidad de cancelar la beca que alimentaba el proyecto de la joven pareja. El dispositivo, decían, era increíble, pero sería demasiado costoso que la sanidad pública pudiera costeárselo. Así que, vista la situación, no tenían más remedio que desearles mucha suerte y gracias por su tiempo.

Estaban demasiado cerca como para dejarlo tirado, así que Nathaniel hizo algo que pensó que nunca haría: recurrir a sus padres. El señor Schneider era accionista de varias grandes empresas en Europa, así que cuando su hijo le propuso invertir en su proyecto, no tuvo que hacerse mucho de rogar. Conocía el potencial de Nate y eso bastaba. Además, se sentía responsable de la discapacidad de su hijo; según decía, si no lo hubiera enviado a Achenbach, ahora seguiría caminando.

En poco tiempo, y gracias a la ayuda de un prestigioso neurobiólogo norteamericano que ofreció sus conocimientos para la conexión de la médula espinal, adaptándola a la interfaz física, Dolores y Nathaniel culminaron el proyecto. Tuvo una increíble repercusión en la comunidad científica, y cientos de empresas se dieron  casi literalmente de bofetadas para contratarles. Su proyecto, con inversión pública y privada (cuando sacaron a la luz el dispositivo, el gobierno alemán insistió en que debido a que la inyección económica inicial fue suya, debía de hacerse cierta mención), les puso en la primera plana de las más prestigiosas publicaciones científicas, médicas y de ingeniería.

Entonces llegaron las ofertas que tanto habían temido. Gobiernos de Oriente Medio querían contratar sus servicios para desarrollar sistemas avanzados de armamento, dispositivos nucleares en miniatura y cosas así. Incluso algún representante no oficial de algunos países europeos les hicieron ofertas suculentas para participar en sus proyectos militares. Pero ambos jóvenes habían tenido siempre las cosas muy claras, sobre todo tras el atentado de Nathaniel. Nadie usaría sus descubrimientos para hacer daño a gente inocente.


Sólo si tú me ayudas

Mientras la comunidad intelectual todavía se tambaleaba por las piernas cibernéticas de Nathaniel, Dolores y él estaban terminando de dar los últimos coletazos a su exoesqueleto cibernético.

Lo que en principio empezó como un desafío, empezó a tomar un cariz distinto cuando veían las noticias en la televisión. El mundo era un lugar violento y cruel, y siempre los más fuertes eran los que tenían el poder. Como cuando Nathaniel fue atacado. Un simple matón truncó la vida de un prometedor joven, ¿cuántos casos como esos habría a diario? ¿Cuántos al año?

- Es increíble lo optimizado que tienes el conexionado, Dolores - dijo el muchacho, mientras observaba las pruebas de fuerza del exoesqueleto - Los gráficos se salen de la medición. Esto es mucha más fuerza de la que un ser humano podría ejercitar nunca.

- ¿Crees que me he pasado? - preguntó ella. Se había convertido en una jovencita preciosa, y a menudo Nate se burlaba de ella acerca de que moriría siendo una solterona por no salir más a menudo - No querría que nadie saliera herido por...

- ¿Por qué no? - le cortó él - No, no me malinterpretes. Quiero decir... imagina un policía. Está para proteger a la población, pero si un ladrón a la fuga le embiste con un coche... está muerto.

La joven se acercó a él y apoyó su frente en el pecho de él. Desde que Nathaniel utilizaba las prótesis cibernéticas,  era algo más alto, y parecía una especie de saltamontes de pelo rubio.

- Ya hemos hablado de eso, Nate. En cuanto enseñemos esto en la red, los gobiernos nos lo quitarán de la mano para hacer supersoldados... o cosas así.

- No... no hablo de eso - dijo él, sin dejar de mirar el exoesqueleto - Hablo de usarlo para proteger a la gente... alguien que detengan los atracos y esas cosas. Un héroe.

- ¿Me hablas de comics? - respondió Dolores, con una sonrisa en los labios. Pero cuando vio que su mejor amigo no cambiaba la expresión, obligó a mirarle a sus hermosos ojos marrones - Nate, ¿me estás diciendo que quieres usar el exoesqueleto para ser un superhéroe?

- Sólo si tú me ayudas -. Y con esas palabras, su mundo cambió para siempre.


Sudamérica

Las primeras experiencias del exoesqueleto fueron poco prometedoras. Aunque estaba diseñado para Nathaniel, ya que se conectaba a él a través de la interfaz biofísica de la médula espinal, éste no estaba acostumbrado a perseguir delincuentes ni enfrentarse a armas de fuego. De hecho, la primera vez que un par de ladrones a la fuga descargaron sus armas sobre él pasó un día entero metido en su habitación del susto. Necesitaba alguien que le enseñara, y sobre todo, necesitaban a alguien que les proporcionara lo que el dinero de la familia Schneider no podía ofrecer.

Esa ayuda vino en forma de una agradable visita de un joven trajeado que se presentó con una oferta que, citando textualmente, "les abriría las puertas a un nuevo mundo de posibilidades".

Al principio no se lo tomaron en serio, ya que pensaban que se trataba de otra oferta de un país dictatorial para su proyecto armamentístico. Pero luego les enseñaron imágenes del exoesqueleto en acción, de Nathaniel y de Dolores, y de cosas extremadamente secretas. ¿Cómo habían tenido acceso a esa información?

- No os estoy haciendo chantaje - dijo el joven, tranquilizándolos - Si rechazáis mi oferta, me iré por donde he venido y tan amigo. Os estoy ofreciendo la posibilidad de darle a vuestra criatura el empujoncito que necesita, y a cambio, os pido que os dejéis de delincuentes callejeros y os enfrentéis a enemigos de verdad. Gente que asesina poblados enteros sin despeinarse, gente que maneja los hilos y sale impune. La gente que merece que se ponga fin a sus actividades de una vez y para siempre. ¿Habéis estado alguna vez en Sudamérica?