martes, 17 de enero de 2012

Comunidad Umbría - Ron Malrten

Regreso con una historia corta de un investigador privado, algo caradura y mujeriego, en un proyecto de Space Opera que promete, y mucho.

El ambiente olía a una mezcla de sudor, feromonas y al polvo de cahx que se esnifaba en los rincones sin mucho recato. Casi podía cortarse la neblina con el filo de un cuchillo, pero cualquiera que se hubiera atrevido a sacar un arma en la Casa de la Bebida de Strain el Rojo para intentarlo, acabaría al fondo de un contenedor de basura con una buena paliza. Esas eran las normas de Strain, y todos los que habían tomado una copa allí alguna vez conocían sus reglas. En la Estación de Paso en la órbita de Valpurgis V todos sabían que aquel bar era un sitio tranquilo donde nadie se metía en los asuntos de los demás.

Por eso le gustaba beber allí.

Era un sitio tranquilo, donde podía encontrarse con sus informadores y posibles clientes sin que nadie le hiciera preguntas indiscretas, o para celebrar que había resuelto un caso con una botella de vino espeleano. Strain le trataba bien, y se aseguraba de que su mesa habitual siempre estuviera limpia y despejada cuando él le avisaba que iba a hacer una visita. Era lo más parecido que tenía a un amigo. Es lo malo de dedicarse a husmear en las vidas de los demás y sacar los trapos sucios, que terminas haciendo que la gente quiera partirte la cara.

Hasta el momento no le había ido mal. En cuanto tuvo la oportunidad de salir de la Tierra rumbo a las estrellas no se lo pensó dos veces. Y es que el hogar de los humanos cada vez apestaba más, y nuestro amigo habría apostado que al sol amarillo que iluminaba el planeta le quedaban dos primaveras. Ni de coña pensaba quedarse allí para ver cómo reventaba y reducía a polvo espacial la mitad del sistema.

Además, había heredado de su padre la tendencia a meterse en líos por culpa de las mujeres, y más de un tipo acaudalado le quería muerto por bucear entre las piernas de su mujer, así que todos salían ganando si el chico ponía tierra de por medio. Empezó trabajando limpiando suelos en algunas naves de carga, o cargando cajas por algo de dinero, que siempre acababa gastando en mujeres y alcohol. No era mala vida, porque aprendía de la vida en el espacio y además conocía gente. Gente que le habría puertas y le daba la oportunidad de meterse en más líos.

Cuando había pasado mucho tiempo desde que había dejado la Tierra, y cansado de contar los días para ver qué edad tenía, decidió utilizar esa mala costumbre que tenía para meter la nariz en asuntos ajenos para ganarse la vida. Y la verdad es que no le había ido mal. Como conocía a gente aquí y allá, y tenía mucha cara, había resuelto primero casos sencillos, para luego involucrarse en cosas más serias. Los asuntos de infidelidades y fingidos fallecimientos dieron paso a tramas burocráticas o duelos empresariales entre las sombras que le habían conseguido un buen pellizco que le serviría de colchón. A cambio, tenía una lista de sistemas solares que le volatilizarían de inmediato si asomaba la cara por ellos.

Así que, tras tomarse unas merecidas vacaciones en unas playas de arena azul en una luna dejada de la mano de los dioses, activó su receptor de mensajería y dejó que los pitidos comenzaran a acumularse. Cuatro llamadas no estaban mal para haber desaparecido un mes, así que los leyó cuidadosamente mientras fumaba un grueso puro tumbado en la cama. Le llamó la atención un sencillo encargo bien pagado, que le vendría genial para quitarse las telarañas. Además, se había encaprichado de un abrigo de piel sintética con refuerzo de poliblandiacero y le apetecía hacerse un regalo.

Por eso estaba sentado en su mesa habitual en la Casa de la Bebida de Strain, esperando al tipo que le introduciría de nuevo en el mercado. ¿Qué sería tan sencillo pero a la vez tan bien pagado?