martes, 9 de febrero de 2010

Rolcraft - Samuel Strongshield (Contraofensiva) 3/5

Tercera parte. ¿Subumbirán nuestros protagonistas al poder del Rey Exánime?


- ¡Escuchad mi voz! La muerte os espera, vuestra sangre ya me alimenta… ¿Por qué postergar vuestro sufrimiento? Observad a mis huestes, no sufren, no sienten daño… Eternos, inmortales al paso del tiempo. Os lo ofrezco todo, a cambio de servidumbre al Gran Señor. Observad vuestro débil mundo, ruinoso y traicionero. Aquel que llamáis Rey busca vuestra muerte. Os ha enviado a morir. ¡Sólo desea vuestra perdición!

 Algunos soldados comenzaron a dudar ante sus palabras, pero una nueva amenaza captó su atención. Gemidos y quejidos en el exterior del Cuartel les instaron a salir a investigar, mientras la constante voz del Lich resonaba en sus cabezas. El espectáculo era dantesco: aquí y allá, soldados y aldeanos gritaban mientras se tapaban los oídos en un vano intento por hacer desaparecer la voz de sus mentes. Los ensangrentados guerreros salieron del fuerte y observaron la escena, intentando calmar a los afectados. Una voz llamó su atención:

 - ¡Escuchadme, hermanos! ¡Corred por vuestras vidas! ¡Nada ni nadie puede hacer frente a este poder!

 Samuel, enfurecido, mandó a sus hombres a contener al alborotador, y cuando éste fue reducido, vio cómo los aldeanos se rebelaban, intentando linchar a los soldados.

  - ¡Herejes! – gritaban - ¡Habéis intentado asesinar al Padre Olivetti!

 - Mierda – pensó el León de Acero – menuda metedura de pata, Sam

 Cogiendo la antorcha del inconsciente predicador, se subió a una mesa, y se dirigió al pueblo, lo suficientemente alto como para que escucharan su voz por encima de la fatalista propaganda del Lich.

 - ¡Escuchadme, hermanos y hermanas! Hemos venido aquí para ayudaros. ¡Hemos venido a combatir a vuestro lado! Disculpad lo sucedido al sacerdote, ha sido un tremendo error, error que solucionaré ahora mismo – dijo, bajando de la mesa – pero os necesitamos, hermanos y hermanas. El enemigo es fuerte, vosotros mismos estáis comprobando hasta qué punto es taimado y traidor   - dijo señalándose la cabeza, hasta que llegó al sacerdote, y le puso la mano encima – No somos herejes.

 Una tenue luz emanó de la palma de la mano de Samuel, y pronto el sacerdote recobró el conocimiento, y retrocedió aterrorizado. 

 - Disculpe, padre, ha sido todo un tremendo error.

 Continuaron charlando, mientras Samuel intentaba convencerlos de que prestasen su ayuda y de que no les linchasen por herejes. Su fama y renombre sirvieron de algo, puesto que muchos le habían visto en los Torneos, o habían leído sobre él. Mientras tanto, siguiendo sus órdenes, los soldados se reagruparon y formaron un pequeño campamento para recuperar fuerzas y tratar heridas.

 - Seríais de mucha ayuda, Padre. Mis hombres están gravemente heridos.

 Con el ceño fruncido, el sacerdote finalmente aceptó a regañadientes. Su deber como creyente importaba más que sus temores, y Samuel organizó a sus hombres por gravedad para tratar sus heridas. Pasaron las horas, y tras dejar a los gravemente heridos en Villa Oeste y avisar a Ventormenta de lo sucedido, dejaron las monturas y partieron a pie hacia la linde del bosque. La voz del Lich no cesó en ningún momento de atormentarlos, y algunos soldados y aldeanos  tuvieron que ser atados para no volverse locos.

 El verde paisaje de Elwynn pronto dio paso a los eriales de Páramos de Poniente. Frente a ellos, el Puente del Oeste, que permitía cruzar el río Elwynn de camino al oeste. Allí, grande como una montaña, se alzaba una figura sombría, flanqueada por decenas de no muertos tambaleándose.  Tomando el Filo del León con fuerza y canalizando el poder de la Luz, Samuel habló a sus soldados.

- No tenemos tiempo que perder, muchachos. Yo me encargaré del grandote, y vosotros aniquilad a esa escoria, Cuando acabéis con ellos, ayudadme a terminar el trabajo.

 Y diciendo esto, dio un paso adelante, y con un rugido de rabia, lanzó una oleada de pura energía luminosa contra el gigantesco esqueleto que les hacía frente, portando una enorme y sombría espada. Como una flecha, la oleada de energía recorrió en apenas un pestañeo la distancia que los separaba, pero el Campeón no Muerto giró su espada y golpeó la descarga luminosa, dividiéndola y arrasando a los zombies que le flanqueaban.

 - ¿Crees que será tan fácil, mortal? – dijo, riendo con su gutural voz

 Samuel corrió hacia él enarbolando el Filo del León y el Defensor del Reino, su espada y escudo, mientras flechas certeras volaban hacia los secuaces del Campeón. La batalla prometía ser gloriosa, y así fue. Poderosos golpes de cada uno hacían temblar la estructura, y parecía que no iba a tener fin, hasta que Samuel esquivó una de las embestidas del Campeón y cercenó de un solo tajo ambos pies, haciéndole caer. Cuando iba a darle el golpe de gracias, mientras sus soldados combatían a oleadas de enemigos que se levantaban cada vez que caían, el Campeón derribó a Samuel con el plano de la espada, haciéndole rodar.

 - ¡Eres mío, mortal! – dijo el Campeón, alzando su espada.

 Pero justo cuando iba a caer, Samuel escuchó dos chasquidos, y al instante, la mano que sostenía la espada estalló en pedazos, así como la calavera del guerrero, mostrando un brillo rojizo en su interior. Miro asombrado, y vio a Vyncent y Asdrúbal, que habían sido alertados por Gez, sonriendo orgullosos de tal hazaña. El cabo corría hacia Samuel con intención de ayudarle, pero frenó en seco al ver que el enemigo caía. El júbilo inundó los corazones de los guerreros, júbilo que se disipó al momento. Desvaneciéndose como la bruma, el Campeón desapareció y apareció de nuevo al comienzo del Puente del Oeste, intacto.

 - ¡Mi Rey me hace invulnerable! – dijo, arremetiendo contra Samuel

 Con un rugido, Samuel empuñó el Filo del León, y saltó contra el Campeón, adelantándose a sus movimientos, y haciendo estallar su cráneo nuevamente de un solo golpe. Ambos, Gez y Samuel, pudieron observar una brillante joya roja en su interior, momentos antes de que volviera a desvanecerse y recomponerse.

 - ¡Gez, la joya! ¡Acabad con ella cuando vuelva a caer! – dijo Samuel, sin percatarse de que el Campeón corría a grandes zancadas en su dirección.

 Fue visto y no visto. El mandoble del Campeón voló e impactó en el abdomen de Samuel, haciéndole volar por los aires y cayendo pesadamente en el puente con un repiqueteo del metal de su armadura.

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