sábado, 27 de febrero de 2010

Arändiel 1/2

Ahora mismo una sensación agridulce recorre mi cuerpo. Estoy contento, porque finalmente acabé la historia que tenía en mente. Pero también estoy algo chafado, ya que el lugar al que lo envié no aceptaba relatos de más de 5 páginas, por lo que tuve que acortarlo. Afortunadamente, puedo seguir escribiéndolo por mi cuenta, y para vosotros. Espero que os guste la historia de Arändiel.


Todas las grandes historias tienen comienzos sencillos. Quizás empiezan con palabras como “Érase una vez” o “En el principio”. Lo importante de estas historias es cómo te vas introduciendo en ellas como si de una bañera de agua caliente fuera, sintiendo cómo cada vez te sientes más cerca de sus protagonistas.

La historia que nos ocupa no será una de esas grandes historias, ni siquiera su protagonista será un héroe de brillante armadura y espada llameante, como los de muchos otros libros. No, la historia de nuestro protagonista será la de cualquiera de vosotros, que por una causa u otra, elegisteis un camino en vuestra vida del cual os arrepentís. Por mucho que pasen años y años, seguís lamentándoos de haber hablado con esa chica y no con la otra, o de haber robado esa chuchería en el puesto de la esquina, avergonzando a tu madre.

Pero para poder empezar con nuestra historia, deberíais de saber dónde nos encontramos. El mundo donde todo se desarrolla se llama Azeroth. Este mundo, lleno de criaturas mágicas y aventuras legendarias que los bardos repiten sin cesar en las plazas de los pueblos, es relativamente joven, comparado con la vida de otras miles de estrellas en el cielo. Si lo mirásemos desde arriba, podríamos distinguir tres grandes continentes: Tierras del Este, Kalimdor y Rasganorte. El principio de nuestra historia tendrá lugar en el más oriental de los tres, Tierras del Este, donde los humanos del Reino de Ventormenta se instalaron finalmente tras años de conflictos por doquier. Esta tierra, que alberga cualesquiera clima y formaciones geológicas, también es el lugar donde Humanos, Elfos, Gnomos y Enanos de la Alianza, permanecen en constante lucha contra los No Muertos y Elfos Renegados, criaturas de la denominada Horda.

Pero alejémonos de las fronteras en guerra, y viajemos hacia el interior del reino de los seres humanos. Aquí florecen pequeñas villas y aldeas con facilidad, disfrutando de territorios casi inexplorados a salvo de las amenazas externas. El Ejército de Ventormenta, numeroso e implacable, protege a los aldeanos de cualquier enemigo, ya fuera mundano o mágico. En una de esas aldeas nació hace no muchos años, un joven muchacho al que bautizaron con el nombrel de Arändiel. Su madre, una elfa Quel´dorei de rasgos afilados acogió al recién nacido entre sus brazos nada más salir de su vientre, y derramó lágrimas de alegría. Su marido, un fornido herrero humano, de barba rala y mandíbula prominente, observaba desde el quicio de la puerta a la madre y al pequeño, orgulloso de ambos.

¿Y cómo es que terminaron casados un humano y una elfa, preguntaréis? Pues para responder a ello tendría que engatusar a un Dragon de Bronce que, dicen, poseen la capacidad de viajar en el flujo del Tiempo. Pero todo ello son conjeturas, y nos llevaría mucho tiempo discutir acerca de la viabilidad de tal teoría. Así que intentaremos imaginar qué situación pudo darse para que ambos se conocieran.

Podríamos imaginarnos que ambos formaron parte de un grupo de aventureros. Uno de esos variopintos grupos que entran en catacumbas apestosas, o cavernas oscuras en busca de tesoros inimaginables. Seguro que en más de una ocasión lucharon contra ogros, e incluso contra fantasmas y demonios. Probablemente, al poco de conocerse, surgió un pequeño conflicto entre ellos. Quizás discutieron acerca de quién derrotó a más enemigos en la última incursión, o tal vez acerca de quién era capaz de beber más cerveza antes de desmayarse. El caso es que, como suelen decir, el roce hace el cariño, y estoy seguro de que ambos terminaron dejando de lado sus disputas, y se enamoraron. Y como la vida de un aventurero tiene que acabar tarde o temprano, la vida de estos dos probablemente acabó comprando una granja y una herrería en una aldea alejada de cualquier peligro, dispuestos a envejecer juntos y criar una familia. Todo esto, por supuesto, no son más que conjeturas, pero me arriesgaría a decir que no se diferencia mucho de la realidad, porque si no, no estaría contando esta historia, ¿verdad?

¿Por dónde iba? Ah, sí, hablábamos del nacimiento del joven Arändiel. Sus primeros días de vida fueron toda una aventura para él. Abrir los ojos, descubrir que tiene cinco dedos en una mano… ¡y cinco en la otra! Esos sí que son los mejores días de alguien, no como ahora, lleno de responsabilidades y obligaciones. A lo que iba, que me temo que me estoy despistando. El problema fue que el nacimiento del joven mestizo no trajo alegría a la granja, sino todo lo contrario. Su madre, Camila, obsesionada con que un muchacho de sus características fuera infeliz entre esas gentes de mente estrecha, discutía casi a diario con su padre, Arthur, que mantenía una postura contraria. Así que, ni corta ni perezosa, cuando el muchacho no contaba los cinco años, Camila hizo las maletas y viajó hasta la capital, Ventormenta.

¿Y de donde sacó el dinero una granjera para poder instalarse en la ciudad más poblada del planeta? Resultaba que Camila, en tiempo de aventurera, era una hechicera de lo más habilidosa, y obtuvo un cargo en la institución mágica por excelencia del Reino, la llamada Torre Arcana. Nada espectacular, ya que era responsable de dar clase a niños pequeños, de la edad de su hijo, pero suficiente para costearse una vivienda de dos pisos en una zona tranquila. 

Pero echemos un vistazo al joven Arändiel. El niño, sobreprotegido por su madre, había crecido flacucho y pálido, completamente distinto al resto de niños de su edad. Tenía los ojos muy azules, casi blancos, y las orejas puntiagudas. Hablaba con una musicalidad extraña, que recordaba al sonido que hacen los ríos durante el deshielo, y sus movimientos eran elegantes y suaves, como una prenda de ropa mecida por el viento. Arändiel, incapaz de tomar decisiones por sí mismo debido a la actitud protectora de Camila, ingresó en la Torre Arcana para formarse en sus estudios académicos. A su madre no le costó mucho que le aceptaran, ya que era de sangre élfica e hijo de una hechicera, si bien no destacaba especialmente en la manipulación de energía.

Contrario a lo que podríamos pensar a estas alturas, la etapa escolar de Arändiel fue de lo más dolorosa para él, aunque especialmente para sus posaderas. El hecho de ser tan pálido y retraído provocaba las burlas de sus compañeros, que le daban patadas y empujones siempre que tenían la oportunidad, o incluso conjuraban cubos de agua sobre su cabeza cuando las enseñanzas de la Torre comenzaron a dar sus frutos. Esto no hacía más que enfurecer a su madre que, lejos de intentar comprender a su hijo, le reñía por no defenderse. Alguien de su sangre no podría ser maltratado de esa manera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario