viernes, 16 de septiembre de 2011

Aullidos - 6

Toda la tensión que había antes de la cacería se había disipado por completo. Agotados y sudorosos, los cachorros ahora reposaban tumbados en el asfalto o apoyados contra la pared. La satisfacción y la alegría asomaba en sus rostros. Sólo uno, Roben, observaba los restos sanguinolentos del vampiro con preocupación. La manada se había cebado con él, y lo poco que no había sido masticado y desgarrado ahora se desvanecía como ceniza arrastrada por el viento. Uno nunca se terminaba de acostumbrar a ver morir a un vampiro.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un olor cercano. Lo reconoció de inmediato mucho antes de escuchar su voz. Durante la persecución se había retrasado por una razón que desconocía, y Roben asumió que quería darle una explicación.

Rashad formaba parte de la manada desde hacía tres años, cuando Harold lo llevó ante él en mitad de la noche, ordenándole que le instruyera. Le explicó que había sido infectado por su mordedura, y que no iba a permitir que formara parte de otra manada que no fuera la suya. El chaval se adaptó bien, y al veterano lupino le sorprendió que no sufriera los terribles dolores que pasaban los cachorros tras ser mordidos debido a los cambios físicos. Lo había visto demasiadas veces: los músculos se desgarraban, los huesos se rompían y los órganos se agrandaban para adaptarse a la nueva fisonomía.

Afortunadamente, él no había tenido que pasar por ese trance: él era un licántropo puro, fruto de la unión de dos hombres lobo. Normalmente, eran mucho más rápidos, fuertes y resistentes que aquellos que eran infectados por la mordedura contagiosa de su especie, pero siempre había excepciones. Rashad era una de esas excepciones. Desde el principio destacó por su ferocidad y rapidez. Sus colmillos y garras parecían de acero y eran capaces de atravesar un muro de ladrillo de unos cuantos golpes, y sus sentidos eran muy agudos. Roben estaba muy orgulloso de él, pero sabía que el muchacho tenía un defecto terrible: era demasiado curioso.

- No ha tenido oportunidad, Roben – dijo, poniéndose a su altura – En el momento en que se ha atrevido a atacarte, estaba muerto.

El licántropo se giró y observó al cachorro con la ceja alzada. Rashad tenía el pelo castaño muy corto. Su piel morena y sus ojos negros le daban un aspecto exótico, y su cuerpo atlético, ahora empapado de sudor y salpicado de sangre de no muerto, todavía palpitaba debido a la reciente transformación. Era bastante alto, casi llegando a los dos metros, y Roben se preguntó qué tamaño podría alcanzar cuando su forma alterada estuviera en su plenitud.

- Espero que no estés sugiriendo que he tenido miedo de este chiquillo, Rashad – respondió bruscamente, volviendo la mirada al cadáver, ya casi desaparecido por completo.

No tardó en percibir el nerviosismo del muchacho. Intentaba hablar, decirle que no era su intención ofenderle y que le disculpase. Pero no era necesario.

- Dime, ¿desde que estás con nosotros, cuántas veces has visto que un vampiro entre en nuestro territorio?

La pregunta pilló al cachorro de sorpresa, que detuvo sus intentos por enmendar su error y se quedó pensativo. Roben le estaba poniendo a prueba, y era hora de demostrar su valía.

- Durante tres años, ni una sola vez.

- ¿Y cuántos asaltos llevamos en el último mes?

- Siete – respondió rápidamente.

Y en el momento en que sus labios se cerraron, Rashad supo el motivo de la preocupación de Roben.

- Regresamos – dijo el veterano guerrero alzando la voz, lo que hizo que los cachorros se pusieran de pie inmediatamente y le siguieran por los callejones en dirección a la guarida.

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