sábado, 27 de agosto de 2011

Aullidos - 1

Se me ha ocurrido un pequeño proyecto (otro más), a ver qué tal se me dá. Últimamente he recibido la visita de la musa y me han salido algunas ideas, acompañadas de algo de tiempo libre. Iré volcando aquí las páginas, a ver qué os parece. Saludos.


La primera vez que la vi fue en una cacería.

Uno de esos chupasangres, probablemente un recién nacido, se había atrevido a matar a una joven dentro de nuestro territorio. No le culpo, estoy casi seguro de que su señor no le había enseñado los límites de sus tierras. El caso es que en cuanto saltó la alarma, no quedó ni un sólo cachorro en el cubil. Nos lideraba ese viejo cascarrabias de Roben, siempre hablándonos de las viejas costumbres, y de cómo se nos había convertido con el paso de los años en auténticos fenómenos de feria, o de cómo antes la sola mención de nuestra estirpe encogía los corazones de los lugareños, y ahora sólo servía para hacer películas y videojuegos.

El caso es que salimos todos en estampida, gruñiendo y jadeando como si no hubiéramos corrido en nuestra maldita vida. Pronto percibimos su olor. Vosotros, los seres humanos, nunca entenderéis las sutiles diferencias que se pueden llegar a percibir con el olfato. Podemos saber cuándo uno de nosotros está excitado, alegre, satisfecho o rabioso. Podemos saber cuándo va a lanzarse al cuello de su presa por la oleada de feromonas que inundan el aire, e incluso sabemos quién es uno de nosotros o un simple farsante.

Con los vampiros sucede algo similar. Tienen un olor distinto al de cualquier otra criatura, un olor que recuerda a humedad, a cripta o a polvo. Parece una obviedad, teniendo en cuenta su condición de muertos andantes, pero no sabría decirte el por qué me recuerdan a ese tipo de cosas. Sólo ellos huelen así, por lo que es fácil reconocerlos en la distancia. Y encima este estúpido estaba a solas en un territorio lleno de licántropos, por lo que era como un jodido faro en mitad de la noche.

Para nosotros era como un juego. Las últimas semanas habían sido algo aburridas, y una cacería siempre nos ponía de buen humor. Al fin y al cabo, durante el día todos tenemos nuestras propias vidas: un trabajo, unas responsabilidades, ese tipo de cosas. Roben siempre gruñía diciendo que antes no era necesario, que si tenías hambre, atacabas una aldea, y te alimentabas hasta que necesitabas hacerlo de nuevo. Era simple. Yo opino que debía de ser muy aburrido. No sé, ¿qué haríamos durante el día si no trabajáramos? Yo me levanto, desayuno y tengo un horario laboral. Como necesitamos dormir menos horas que vosotros, puedo pasar las noches con la manada, compitiendo entre nosotros, aprendiendo nuestra historia y nuestras costumbres.

El caso es que mientras atravesábamos los oscuros callejones a toda velocidad, la vi. Destacaba en la oscuridad como si no hubiera más luz que ella. Su figura, recortada en lo alto del edificio contra el cielo nocturno, observaba nuestros movimientos sin moverse. La acompañaba un Shi´yu, un guardaespaldas, por lo que deduje rápidamente que debía ser de clase alta, una de esas castas endogámicas que se preocupan más por mantener la pureza de una sangre que por sobrevivir.

Me quedé paralizado. Su pelo, rojo como el fuego, caía en cascada hasta sus hombros, y sus ojos se clavaron en los míos cuando pude distinguir bien sus facciones. Era preciosa, jodidamente preciosa. Tenía la piel ligeramente pálida, y brillaba con la luz de la luna como si ella fuera el origen de esa luz. Los brazos, recogidos bajo el pecho, parecían protegerla del frío, y una extraña mirada, como si todo el dolor del mundo estuviera refugiado en sus ojos. Cuando me quise dar cuenta, estaba solo, y el resto de la manada se había perdido en la noche, aullando como perros que buscan el primer plato del día. El callejón había recuperado su silencio habitual, y cuando alcé la mirada, buscando a la silenciosa espectadora, ya había desaparecido.


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