lunes, 23 de mayo de 2011

Comunidad Umbría - Peter

Uno de mis mayores vicios, si se le puede denominar tal, es el Rol. Me permite evadirme lejos de este mundo que, en repetidas ocasiones, considero aburrido, hostil e injusto. Hace unos meses encontré Comunidad Umbría, que me permite dar rienda suelta a mi creatividad, tanto como jugador como escritor.

En los días sucesivos postearé algunas de mis historias para esta Comunidad. Son personajes que he interpretado a los que he cogido mucho cariño. En este caso, era para la partida La Liga de los Cuentos Interpretados, en la que reinterpretaba la fábula de Pedro y el Lobo.


- No me mires así, no es culpa mía. Eres un uténtico idiota por confiar en la gente de la que no sabes absolutamente nada.

La luna brillaba en el cielo, y las nubes desgarran jirones de ella al correr entre las estrellas. Un hombre, inmóvil y apoyado contra la pared, observaba al hombre que le hablaba con auténtico pavor.

- No siempre he sido así, ¿sabes? Aunque ni siquiera me acuerdo de la época en que era... normal. Mira, ¡qué demonios! No tengo nada que hacer esta noche, y me consta que tú tampoco. Te contaré mi historia. Yo vivía en un pequeño poblado del sur de Europa, ahora a toda esa tierra se le conoce como Grecia, aunque en mi época no éramos más que un puñado de aldeas dispersas por el mapa. ¿Qué ocurre? ¿Por qué te sorprendes tanto? Si yo hubiera visto por primera vez lo que acabas de ver tú, me creería hasta que el cielo es marrón mierda... al caso. La vida en aquella era jodidamente aburrida, pero aburrida de verdad. No teníamos nada de todo esto que teneis vosotros ahora: televisión, internet, carne congelada... Allí lo único que podías era mirar al cielo y ver pasar el tiempo. Y para un pastor de ovejas como yo, joven y con ganas de comerme el mundo, mucho más.

Además, era negocio familiar, así que no podía alistarme en el Ejército, o hacerme a la mar. No, aún recuerdo a mi padre "Estas ovejas son nuestro bien más preciado, debes cuidar de ellas con tu vida si fuera necesario". ¡Buaf! Menudo gilipollas, si hubiera sabido lo que se ahora, se podría haber metido las ovejas por su gordo culo. Pues eso, que me aburría un huevo, y la gente de mi aldea era tonta, pero tonta tonta, así que me reía de ellos siempre que podía. ¡Ja, cómo me reía de ellos! ¿Qué me iban a hacer, pegarme una paliza? ¡Jah!

Pues nada, un día me dió por montar una grande, que se enteraran en toda la comarca de que ese pueblo era especial. Me desperté temprano como cada día, pero esa vez sería distinta. Cuando estaba sólo en el prado, cuidado de mis malditas ovejas, desgarré mis ropas, me manché con barro y corrí ladera abajo en dirección a la aldea. Grité y grité hasta casi quedarme afónico, agitando los brazos como una mariposa. "Un lobo" decía "un lobo gigante nos ataca".

Ni siquiera yo podía imaginarme el revuelo que se montó. En un abrir y cerrar de ojos, las madres ocultaron a sus pequeños en la seguridad de sus casas, y todos los varones del pueblo tomaron sus horcas y hachas y corrieron hacia mí para ayudarme. Me quedé parado en el momento, ¡qué pedazo de paletos! Cuando todos me rodearon, y mi padre me tomó de los hombros y me miró muy seriamente, preguntándome dónde estaba esa criatura, y qué les había pasado a mis ovejas, no pude hacer otra cosa que descojonarme en su cara. ¡Ja! Tenías que haber visto sus rostros, de auténtico chiste. Tardaron varios minutos en darse cuenta de que todo era una broma, y yo me quedé tirado en el suelo, revolcándome como un cerdo en el barro.

Esa noche mi padre ni siquiera me miró a la hora de cenar, ¡qué más me daba! Ese día sería terriblemente memorable, así que me acosté pronto con la cabeza dándome vueltas, pensando cuál sería mi próxima broma. Pero mi cuerpo tenía ideas propias, así que a media noche tuve que levantarme a orinar. Antes teníamos que salir de la casa para esas cosas, ¿sabes? No había cuartos de baño como ahora. Pues eso, que salgo y me acerco a los árboles cercanos para mear. Y en esto que oigo algo que se mueve en la espesura. "Jabalíes" pensé. Madre mi alma, ¿cómo se me ocurría pensar que un jabalí iba a acecharme de noche. Pero no, estaba adormilado y no le dí importancia, hasta que ocurrió.

Me derribó y me lanzó contra el suelo, dejándome si aliento. Apenas levanté la cabeza, pude ver esos ojos brillando en la oscuridad, y sus colmillos... joder, qué colmillos. Los tipos de antes sí que eran grandes. Parecía que me iba a comer de un solo bocado, así que saqué fuerzas de donde pude y corrí hasta la plaza de la aldea, gritando como había hecho unas horas antes. "Un lobo, un lobo, de verdad" grité. Nadie me prestó atención, ni siquiera mi padre se dignó a asomarse por la ventana y mirarme. Panda de hijos de puta, ¡su propio hijo! No me dio tiempo a más, noté cómo algo me alzaba en el aire con facilidad y me agarraba con fuerza. Dios, cómo apretaba, notaba cómo mis huesos crujían. Me desmayé, quizás pensando que sería lo mejor. Morir devorado sin apenas enterarme.

La luz del sol me despertó. Estaba en la linde del bosque, casi desnudo y con un enorme mordisco en el brazo. Aunque parecía que me hubieran mordido hacía días, ¿sabes? Estaba casi curado. No sabía dónde estaban mi padre, ni la aldea ni las putas ovejas. Pero estaba furioso. Estaba furioso con esos paletos que me habían abandonado a mi suerte contra un puto lobo. Así que me largué. Que les dieran bien por culo. Me metí en el bosque y me reí durante horas, pensando en las caras que iban a poner cuando se pensaran que había muerto. Esa noche deseé haber muerto de verdad.

¿Has sentido alguna vez que te rompen cada hueso del cuerpo y te lo vuelven a recomponer? Ya, me imagino que no. Pues eso sentí yo esa noche, cuando la luna se alzó en el cielo. Vomité mis propias tripas, ¿te imaginas? Bien, ya veo que te estás haciendo una idea de lo que ocurrió. Sí, maldito gilipollas, no había lobos de ese tamaño en el valle. Pero, ¿quién coño sabía de la existencia de los lupinos? Sí, Lupinos... hombres lobo coño. Ese cabrón que me atacó le pareció divertido contagiarme... "esto" y desde entonces estoy en este mundo. ¿A qué es divertido? Pero oye, no está mal, ya has visto lo poco que he tardado en encontrarte, y eso que eres una sanguijuela escurridiza.

En fin...tronco, creo que ya es suficiente, se hace tarde y aún tengo que llegar a una cita. Me has caído bien, ¿sabes? Te has mantenido calladito durante todo esto, y me gusta que me escuchen, así que seré rápido.

La noche estaba silenciosa en aquella parte de la ciudad. Pero este silencio se rompió con el sonido de un grito desgarrador y un crujir de huesos. Luego unos pasos y una ligera risilla. Cualquier observador que se tropezara con la escena sólo vería a un hombre que se escabullía en las sombras mientras llevaba una bolsa con algo redondo y grande en su interior. Algo del tamaño de una cabeza.




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