sábado, 18 de julio de 2015

Comunidad Umbría - Sueños del Escultor / Sesión 1 - Toma de Contacto

Estoy inmerso en una partida en la que encarnamos a jóvenes españoles con habilidades especiales que han sido admitidos en una Fundación para educarles y ayudarles a comprender lo que les pasa. Un estilo a la Academia Xavier, pero en España. He decidido interpretar a Salvador, un joven toledano tímido y con graves problemas de autoestima y un poder muy particular. El director, además, nos propuso narrar entrevistas con el psicólogo del colegio y otras vivencias personales de forma que juntos, jugador y director, comprendamos más íntimamente a nuestros personajes. 


Sesión 1 - Toma de Contacto 

 Los nudillos apenas si rozaron la puerta, como si temieran destrozarla con una fuerza sobrehumana. Sin embargo, Ignacio sabía de sobra que la persona al otro lado no disponía de tales habilidades. Al menos, que la Fundación y él mismo supieran.

- Adelante, Salvador - dijo, cordial a la par que educado. Había tomado por costumbre tratar primero a los alumnos con formalidad, y poco a poco ir convirtiendo su relación en una amistad, de forma que aquellos jóvenes fueran conscientes del cambio de actitud en el psicólogo y lo asumieran como un logro personal. Era una pequeña trampa que hasta ahora le había dado muy buenos resultados.

Salvador Salazar, mutante genético, natural de Toledo. Según las investigaciones de la Fundación, la línea genética con alteraciones en el ADN no venía de la madre, así que debía ser del padre, sin embargo éste se encontraba en paradero desconocido. Además, la sola mención de su nombre completo en alguna de las bases de datos dio como resultado un formidable muro burocrático que en la Dirección consideraron tratar con suma cautela. Si el Gobierno se tomaba tantas molestias en esconder a alguien, era porque no quería que fuera encontrado. ¿Qué clase de hombre sería?

 - Espero no molestar - dijo el muchacho, recordándole con su tímida voz que estaba allí por algo. Ignacio tenía en la agenda una sesión preliminar de toma de contacto con todos los nuevos alumnos, y Salvador no era una excepción. Sin embargo, se había mostrado reacio, como si temiera quedarse a solas con el psicólogo, o quizás considerando que no tenía nada que revelar. Apostó su almuerzo de aquella mañana a que era lo segundo.

- En absoluto, siéntate por favor. ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Un refresco? ¿Algo de picar? - suave, con delicadeza, como si te acercaras a un cachorro abandonado en mitad de la calle - Dime, Salvador, ¿qué tal están resultando tus primeros días en la Fundación? ¿Te ha costado acostumbrarte?

No miraba a los ojos. El muchacho tenía un grave problema de seguridad, fruto probablemente de un maltrato psicológico continuado en su hogar. Quizás también físico, por lo que apreciaba en su cuerpo delgado y pálido, así como por las ojeras que demacraban su rostro.

- Está... bien. Los profesores... esto... - dijo, tras rechazar con un amable gesto mi ofrecimiento - Cuesta hacerse a la idea de que un alienígena te enseñe matemáticas. Quiero decir... veo las noticias, sé lo que pasa en los Estados Unidos, pero... bueno, esto es España. Aquí casi nunca pasa nada. En casa yo era el raro... y aquí...

Una mirada rápida, quizás para saber si Ignacio le estaba mirando a los ojos, y ambos se cruzaron. Salvador tenía unos fríos ojos azul hielo, cargados de tristeza. ¿Qué le había pasado para ser así? No era el habitual sentimiento de rechazo y abandono que tenían muchos de los recién llegados: adolescentes sobrehormonados, cargados con una herencia genética que los hacía únicos, lejos de su familia y amigos. Eso se curaba con tiempo. Pero Salvador... requería algo más. Reconocimiento.

- Te entiendo. ¿Qué me vas a decir a mí? Soy de los pocos humanos en la Fundación, aquí, personas como el Director Sacristán y yo somos los raros - ganarse su confianza, mostrarle que hay otras historias aparte de la suya, distraer su atención del verdadero problema. Ignacio miró sus apuntes - Pero seguro que no has tenido problemas para hacer amigos. ¿Qué tal con tus compañeros de habitación... Héctor y Yapci? ¿Son majos? 

Nuevamente Salvador agachó la cabeza. Sentimiento de culpa, algo de lo que Ignacio había dicho le había provocado malestar. ¿El Director? ¿Hacer amigos? Volvió a consultar sus apuntes, y entonces cayó en la cuenta de una nota resaltada en un amarillo brillante. - Apenas has pasado por allí, ¿verdad? - dijo, con una sonrisa - Es por ese efecto secundario de tu poder, por las, ¿cómo las llamas?

- Impresiones - respondió, mirando a la pared, como si pudiera leer un siglo de historias allí grabadas - Residuos psíquicos de emociones intensas que se adhieren a las paredes, al suelo, al mobiliario... Las siento como propias. Por eso apenas paso por mi habitación. He visto a Yapci... o a Héctor, no sé quién es quién, apenas dos veces. Incluso ahora siento náuseas...

Interesante planteamiento. En la circular interna del departamento había un comentario del personal de mantenimiento de que habían visto a uno de los alumnos nuevos rondar por el bosque de noche, pero pensaban que eran chiquilladas. Así que era eso. Salvador prefería los lugares vivos para evitar sentir esas impresiones.

- Entonces hemos empezado con mal pie. Hagamos una cosa, la próxima sesión la haremos en la playa, ¿te parece bien? - le dijo, extendiendo la mano para estrechársela - Quiero que te sientas lo más cómodo posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario